martes, 11 de agosto de 2015

LO QUE NOS DEJA LAS RECIENTES INUNDACIONES EN LA CUENCA DEL RIO LUJAN

Patricia Pintos opinión
Por Patricia Pintos *
“Causa impresión asomarse a las barrancas de El Cazador en Escobar, o de los predios de la antigua pollería San Sebastián en Pilar, y ver allá en el bajo dragas estacionadas en lagunas recién cavadas en el humedal refulando miles de metros cúbicos por día, o decenas de camiones acomodando tosca entre juncos, para constituir un nuevo paisaje de islas rodeadas de agua. Todo en medio del impresionante silencio rural”
Luciano Pugliese (2009)
Las copiosas lluvias de esta semana marcaron el retorno de las inundaciones en la cuenca del río Luján y con ello el tema volvió a ocupar un lugar destacado en la opinión pública. Las tristes noticias que nos hablan de una vida perdida, de unos 20.000 habitantes afectados, de un tercio de la ciudad de Luján bajo el agua; forman parte de una historia que se repite cada vez con mayor frecuencia. El dato significativo indica que a partir de una creciente máxima que alcanzó los 5,32 m, la cripta de la basílica de Luján volvió a inundarse por segunda vez en el término de tres años (2012 y 2014), hecho inédito en la larga historia del templo.
Pero cuando las aguas bajan y sobreviene la necesidad de actuar más allá de la asistencia a los damnificados, los responsables gubernamentales de la provincia y de los municipios afectados salen al ruedo del problema echando mano de manera casi mecánica al repertorio de soluciones centrado en las infraestructuras, que aunque estrictamente necesarias para corregir los problemas ya existentes, no atienden a la resolución de los problemas de fondo que podrán hacerlo todavía más grave en el futuro.
En la explicación de lo sucedido existe una convergencia de factores. Sólo voy a detenerme en el que explica los cambios en el crecimiento de las periferias urbanas a través de la ocupación masiva de bajos y humedales, en los llamados barrios náuticos o urbanizaciones cerradas acuáticas de la cuenca baja del río Luján, en los municipios de Pilar, Campana, Escobar y Tigre.
En las últimas dos décadas, el modelo de ciudad neoliberal desreguló de hecho la ocupación del territorio abriendo el juego al despliegue de las inversiones en desarrollos inmobiliarios de tipo cerrado (clubes de campo y barrios cerrados). La flexibilización de las normas y procedimientos introducidos para garantizar fluidez y rentabilidad a la maquinaria realizadora de las empresas fue de tal magnitud que los agentes desarrolladores pudieron modelar a su antojo el tipo de ofertas residenciales y su localización, aunque tales propuestas supusieran privatizar un conjunto de bienes comunes metropolitanos como las planicies de inundación del río Luján y sus afluentes, así como vastas superficies de humedales de la cuenca baja y ponerlos en situación de riesgo ambiental.
En apenas dos décadas se modificó de manera drástica el carácter y funcionalidad de los humedales a través de la construcción de algo más de 60 urbanizaciones cerradas sobre unas 7000 has de superficie, muchas de ellas integradas en mega emprendimientos que replican el modelo iniciado por Nordelta hacia finales de los años ‘90, a partir de una oferta construida en torno a paisajes asociados al agua y los deportes náuticos.
Las características escenográficas propias de este sector de la cuenca y la accesibilidad a cursos de agua con una oferta de suelo rústico con precios de entrada muy por debajo de los valores de mercado, permiten comprender la voracidad de este proceso de transformación de humedales.
El remanido argumento de la sostenibilidad ambiental utilizado por las empresas que desarrollan y comercializan estas urbanizaciones, se basa en la supuesta “recuperación” de ambientes marginales, presentados casi como un defecto de la naturaleza que necesita ser corregido; lo cual contrasta con los efectos de las prácticas utilizadas en la construcción de los barrios, claramente destructivas de los ambientes naturales: refulados hidráulicos, remoción mecánica de suelos, alteración de las cotas por sobreelevación y modificación de pendientes, producción de lagunas artificiales, desvíos de cursos, construcción de terraplenes perimetrales, eliminación de la biodiversidad, y una larga lista de etcéteras.
Pero ¿qué significado tiene esto en relación con las inundaciones que afectaron a la cuenca en los últimos días? Tanto las ya mencionadas modificaciones en la topografía así como la ocupación de amplias superficies de las planicies de inundación del río Luján y de algunos de sus afluentes han ejercido profundos cambios en los patrones de escurrimiento regional del agua, proceso que se hace visible en situaciones límite como las vividas recientemente. Un estudio del Dr. E. Malagnino (UBA) sobre la mega-urbanización San Sebastián (Pilar) revela que a partir de las obras realizadas por el emprendimiento, la sección de la planicie de inundación del río –considerando la situación previa a las obras– presenta un estrechamiento en ese sector del orden del 44%. Pero esto adquiere aún mayor importancia si se considera el efecto sinérgico del conjunto de emprendimientos localizados a lo largo de la cuenca baja, y su incidencia sobre el comportamiento de un proceso natural como el de las inundaciones, al retardar el drenaje del exceso hídrico acumulado y ejercer una presión del sistema aguas arriba.
La práctica del urbanismo neoliberal fue responsable sin ningún pudor del avasallamiento y destrucción de estos bienes comunes con el solo fin de favorecer las apetencias del mercado desarrollador inmobiliario orientado a un sector minoritario. Pero no sólo eso, los municipios también fueron parte activa al permitir el avance de las obras de las futuras urbanizaciones sin las habilitaciones técnicas y urbanísticas necesarias, y al distraer cuantiosos recursos públicos en la construcción de infraestructuras de acceso a los mismos al tiempo que las relegaban en las áreas necesitadas.
Llegó la hora de ponerle un freno definitivo a la expoliación. La problemática de las inundaciones está instalada y con seguridad deberá ser resuelta a través de obras costosísimas que bien pudieron haberse evitado, pero si no se limita de manera definitiva la ocupación de las planicies de inundación y humedales los impactos podrán ser aún mayores en el futuro.
A estas alturas de los acontecimientos parece absolutamente necesario esperar que los municipios recuperen la capacidad planificadora del territorio, a fin de pensar el crecimiento de las ciudades con un sentido articulador del bien común y alejado del modelo colaborativo con las empresas.
Mirar hacia adelante también supone considerar al río como un sistema sobre el cual las transformaciones ejercidas dentro de los límites de un municipio tienen efectos sobre los demás; de allí que las soluciones de fondo requieren de un abordaje de cuenca que hasta el momento no parece incidir en las decisiones que se toman.
Por su parte, a la provincia le cabe un lugar central en apurar estos cambios y en la formulación de directrices de protección ambiental que sustraigan a los humedales de la codicia del urbanismo rentista y los restituyan al lugar de ecosistemas estratégicos metropolitanos que realmente les corresponde.
El desafío es enorme, pero los perjuicios de la inacción lo son todavía mucho más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario