viernes, 19 de diciembre de 2014

RESISTENCIA DE LAS MUJERES GUARANIES EN LA CONQUISTA


A propósito del 12 de octubre.

Por Margot Bremer. 

Los albores de la resistencia indígena comenzó con la invasión del territorio y de la subyugación de su población por hombres aventureros (conquistadores), procedentes de otro Continente. Desde entonces surgió una convivencia no-pacífica en estas tierras entre dominadores y dominados en la cual violentamente se habían  tergiversado los roles: los extranjeros se hicieron dueños de estas tierras y los  habitantes originarios vivían como extranjeros en su propia tierra hasta hoy de lo poco que queda de la población originaria.

Aquí queremos enfocar la resistencia de la mujer guaraní como símbolo del pueblo indígena y raíz del futuro pueblo paraguayo. Las mujeres guaraníes, antes de ser rebajadas a “hembra” por la visión del conquistador, han sido siempre parte importante de su comunidad y elemento imprescindible  en el sistema social.

En las primeras crónicas, ella aparece como  recolectora de frutos silvestres y sembradora, cultivadora y cosechadora de los productos de la chacra; ella era la que buscaba el agua, la que cocinaba, hilaba, teñía y tejía; la que preparaba la chicha sagrada y marcaba con su tacuara el ritmo en la danza ritual; la que cuidaba el fuego y educaba a los hijos.

Sin embargo, con la conquista, muchas de estas mujeres fueron arrancadas de sus hogares, de su cultura y de sus roles y funciones en la comunidad. El encuentro entre la mujer guaraní y el varón español, entre dominador y dominada,  fue nada menos que romántico e idílico, sino solamente atropello y violencia hacia ella y, con ella a todo su pueblo.

Grabado de Ulrico Schmidl
Al principio, Martínez de Irala y sus 400 españoles recibieron de buena manera a 700 mujeres “de servicio” para hacer alianzas. Sus familiares varones, los  “cuñados”, también les prestaron servicio en son de amistad y reciprocidad, lo que muy pronto se transformó en “abuso y en la opresión”. Esto demuestra una orden de Irala ordenó a sus soldados de “tomar a las mujeres y a las hijas de los indios y que las robasen y las trajesen para ellos”.  Informes atestiguan que estas órdenes fueron cumplidas en forma de “rancheadas”; pues los oficiales reales iban “a los ranchos de los naturales a tomar sus haciendas y los hacían venir a palos a trabajar y servirse de ellos  y tomaron a sus mujeres e hijas por la fuerza en contra de su voluntad…”. De estas mujeres, cuyos nombres la historia ha olvidado, nacieron los mestizos. Sin embargo, queda registrada una larga lista con nombres de mujeres españolas y mestizas que no hicieron ninguna historia.

Las mujeres indias fueron consideradas por los españoles nada más que “piezas” de trabajo: criada, amante, brazo agrícola y procreadora, como simple valor económico que se podía comprar, vender, trocar o adquirir en un juego de naipes: “habrá en la ciudad de Asunción de 20 y hasta 30 mil indias que se contratan por puercos y ganados, y otras cosas menores, de las cuales se sirven para las labores del campo”, así rezaban las Ordenanzas para el buen Gobierno en el Rio de la Plata.

Frente a la opresión física, sicológica, psíquica y sexual, la mujer guaraní reaccionaba con resistencia: la forma más drástica fue el suicidio, pero también métodos anticonceptivos y abortivos de embarazos por violación de los opresores españoles y hasta infanticidios. Estas mujeres guaraníes antes reconocidas por su propio pueblo como portadoras “de una relación especial con la vida”, ahora tenían que recurrir a una respuesta desesperada en contra de su propia  identidad femenina para evitar el destino de muerte de la cultura guaraní en el hijo que esperaban. Bartomeu Meliá sintetiza esta acción trágica con la siguiente palabra: “Esas mujeres, por no dar vida a la muerte, daban muerte a la vida”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario