sábado, 20 de diciembre de 2014

CRONICAS DE LA TIERRA SI MAL




Como mujer alguna vez te has preguntado..

¿Por qué en ningún libro de historia, de educación sexual o en muchos de los casos consejos maternos se ha ignorado o se desconoce por completo la perspectiva de las mujeres indígenas en relación a la menstruación?
Ellas no usaban toallas, ni tampones; tampoco se avergonzaban de la sangre, ni del olor ni de uno de los actos más puros y significativos para la mujer. ¿Por qué nosotras si? Porque nuestras mentes, nuestras ideas y nuestra forma de vida ha sido colonizada, "occidentalizada" desde antes de nacer. Para muchas de nosotras la menstruación es un momento terrible, lleno de dolores, de achaques, de depresión, de enojo y un sin fin de emociones negativas. Recuerdo que mi primera menstruación fue un día lunes justo antes de iniciar honores a la bandera; secundaria llena, todos reunidos en el patio y los ojos de más de treinta compañeros en mi falda blanca teñida de rojo. Lágrimas, carcajadas, murmullos, vergüenza. Somos los únicos animales que sienten vergüenza de su naturaleza... Me enseñaron a llamarle menstruación, con el tiempo preferí llamarle "mi luna" no solo porque mi cuerpo es como la marea y la luna (del cielo) influye directamente en mí; también porque en mi interior hay ciclos, hay estaciones y con mi luna varían. No estoy obligada a sonreír siempre, ni a llorar, ni a enojarme o a no sentir nada. Nunca me enseñaron que soy parte del cosmos, y como él me comporto, está en mi naturaleza y justo en mi luna todos mis instintos afloran;
¿Por qué debería sentirme avergonzada o culpable por lo que siento?
La sangre que fluye de tu purifica tu cuerpo y mente porque durante cada mes atesoras sentimientos, emociones, pensamientos; y muchas de las veces todo esto necesita salir de ti porque te hace daño llevarlos dentro. Dolor, amor, miedo, odio, envidia, celos. Imagínate lo que significaría para ti cargar un año entero con ese costal en tu interior, el daño que le provocaría a tu organismo.
Cuando comiences a sangrar piensa en todo aquello que quieres sacar de ti y hazlo, déjalo fluir entre tus piernas. Comienza a controlar tu cuerpo, tu ciclo, tus emociones. No en todos los casos, ni todas las mujeres experimentan dolor cuando su luna llega. Yo sí, y antes lo odiaba porque desconocía el significado que este dolor provoca. Muero y renazco. Soy la misma y soy otra; las mujeres cada mes somos un fénix. Cuando tu vientre duele, cuando tu cadera te duele es tu portal abriéndose.
En esos 3 o 5 días serás más receptiva a todo lo que la vida te ofrece. Cierra los ojos y mira hacia dentro de ti misma, concéntrate en tu ritmo cardíaco y deja que el huehuetl interno te dé calma y aclare tus pensamientos. Estos días, más que en otros serás capaz de encontrar, vivir y experimentar la magia dentro de ti.
En la antigüedad, las mujeres indígenas le ofrecían su sangre a la tierra como una ofrenda. Se ponían en cuclillas y se desprendían de sus emociones mezcladas con la sangre regresando la energía a su madre. También la esparcían entre las flores con sus propios dedos puesto que para ellas todo en sus cuerpos era sagrado, era parte del todo. Nosotros la dejamos ir entre tampones y toallas sanitarias que tardarán hasta 500 años en desintegrarse; para nosotras ahora es humillante, es sucia, es asquerosa lo que para ellas representaba una ofrenda de agradecimiento.
¿Pero en verdad somos tan distintas a esas mujeres sabias? ¿Seguiremos viviendo con vergüenza algo que es tan certero como la muerte?
Toda esta magia, esta unión profunda con todo aquello que nos rodea sigue dentro de nosotros, palpita en nuestras venas; no es al azar que seamos nosotras (hembras de todas las especies) las guardianes de la vida. Nosotras llevamos en nuestro interior el caos que dio luz al universo. Celebremos nuestro poder, aun cuando no huela a rosas, aun cuando duela ya que es la muerte y la vida danzando en el mismo instante en nuestro vientre, nuestro portal y nuestros muslos.
No tengas miedo de tocar tu sangre, es tuya, te pertenece. No tengas asco de olerla, no sientas pena por sentirla; eres tú misma fluyendo fuera de ti, eres la marea volviendo cíclicamente a su lugar de origen. Y lo más importante, no enseñes a tus hijas el falso pudor ni la vergüenza que nos enseñaron nuestras madres a nosotras, enséñale que importante es que ame su cuerpo, sus propias lunas con todo lo que ellas le traerán, con todo lo que se llevarán lejos. Somos vida, somos muerte, hijas de la luna y de la tierra. Tejedoras de agua, cazadoras de fuego. Nuestra sangre es tan sagrada como el resto de nuestros fluidos, como el resto de nuestro cuerpo, energía, mente y corazón.

Adrian A. Ortelli En quintas de verduras de la zona me he encontrado con la creencia que las mujeres con la menstruacion no se deben acercar a las plantas. Un salteño, Miguel, juraba, que a el en salta una mujer que estaba con "eso" lo ayudo a atar las plantas de tomate y nunca le florecieron, no dieron fruto.

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