lunes, 10 de julio de 2017

DESDE DONDE PENSAR EL PROYECTO NACIONAL

Cuando Perón decidió que su liderazgo no era suficiente -- blog de Abel

julio 9, 2017
peron
Un título poco feliz. Pero no encontré uno que exprese mejor la reflexión a que llegué. Tal vez “… que Laclau no era suficiente“… Pero no estoy seguro que el Viejo haya leído alguna vez al filósofo posmarxista. Y, en todo caso, sería una alusión demasiado intelectual para un problema político muy concreto.
Les cuento: asistí en estas semanas a unas reuniones donde veteranos peronistas, con diferentes experiencias, conversamos con militantes jóvenes. También de distintas vertientes; una procedencia común serían, en general, las nuevas universidades del conurbano. La idea es ver si hacemos un aporte a la actualización del pensamiento peronista. O, al menos, definir qué significa actualización.
Se comienza, naturalmente, por los textos de Perón. En este caso, por uno de los más mencionados y menos leídos de todos: El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional (pueden acceder cliqueando aquí, pero les advierto que es largo. Pueden conseguirlo en Mercado Libre). No voy a mencionar las conclusiones, porque todavía no se alcanzaron. Pienso que lo más rico es la interacción, de todos modos.
Quiero contarles de esa reflexión a que yo llegué. Empiezo confesando que no lo había vuelto a leer en más de dos décadas. Recordaba el pensamiento y el estilo de siempre de Perón, esforzándose en hacer un resumen y un proyecto de futuro, en su último año de vida. Advirtiendo de los peligros que veía con claridad. En parte, por eso decidí este 1° de julio subir al blog el audio del discurso con que lo presentó al Congreso Nacional, dos meses antes de morir.
Pero también tenía presente que esa propuesta que hacía el Viejo estaba dirigida a una Argentina y unas realidades sociales que ya no existían. Las fuerzas armadas, la iglesia, el empresariado nacional, los mismos partidos políticos… todos los interlocutores que Perón se planteaba eran muy distintos, en sí mismos y en el papel que cumplían. Además, si bien el pensamiento que unificaba el texto era inconfundiblemente de Perón, el trabajo de recopilación de los que colaboraron -notorio entre ellos, el recientemente fallecido Jorge Bolívar- era del coronel Vicente Damasco, secretario de la Presidencia. Un trabajo esforzado y honesto, pero demasiado atado a las ideas y expectativas de ese momento.
Cuando lo repasé, y en la discusión, empecé a pensar que ahí había algo más que una propuesta a la Argentina de ese tiempo. Se me ocurre pensar que está la confirmación de un pensamiento y un rechazo esenciales del peronismo, y la búsqueda de una respuesta no ensayada a sus propios límites. Que todavía nos desafía.
El peronismo surge en Argentina y empieza a definirse en 1945. Con raíces en nuestra historia, y también en la coyuntura mundial. Después del “Crepúsculo de los dioses”, wagneriano y suicida de los fascismos, iluminado por el resplandor de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, nace un orden mundial definido por las dos Grandes Potencias triunfantes, los EE.UU. y la URSS. Y cada una propone un modelo, un sistema de poder distintos, antagónicos y que pretenden validez universal.
Los Estados Unidos planteaban su versión del liberalismo occidental, la república representativa que diseñaron Hamilton y Jefferson. La Unión Soviética, la suya del marxismo, el partido de cuadros que interpreta la Historia y concentra el poder, imaginado por Lenin.
Los argentinos -como otros pueblos- no se sentían cómodos con ninguno de los dos esquemas. En nuestro caso, a pesar que cada sistema tenía la adhesión de minorías importantes, la mayoría de nuestro pueblo los sentía ajenos. En algunos círculos de la inteligentsia local, pesaba la influencia de un pensamiento católico tradicionalista, antiliberal. Pero para los argentinos de a pie, criollos e hijos de inmigrantes, lo que contaba era la experiencia concreta con las minorías ilustradas que tenían el poder, económico, social y por la mayor parte del tiempo, el político. Como había dicho alguien de esa minoría, Sarmiento, que no le tenia miedo a la franqueza: “Cuando decimos pueblo entendemos los notables, activos, inteligentes, clase gobernante de 1810 a 1831 y de 1851 hasta ahora“. Y por lo menos el sanjuanino, como Mitre, Roca, sí eran inteligentes y activos. Los herederos de ellos fueron vagos además de soberbios.
El rechazo a lo que se siente como una insuficiencia, a menudo una hipocresía, en los mecanismos de la democracia representativa, no es exclusivo de los argentinos, por supuesto. Una y otra vez se hace presente en todos los países, y tiene una larga tradición en los mismos EE.UU. (con una fuerte tradición populista y anti elitista) y en Europa. En cuanto a los partidos leninistas, su tendencia a desviarse por caminos inhumanos, el mundo la ha visto demasiadas veces en los últimos 100 años.
El aporte distintivo del pensamiento político de Perón, sostenido con invariable coherencia a través de 30 años, es el protagonismo del puebloorganizado. En eso se diferencia con nitidez de otras experiencias llamadas populistas, de entonces y de ahora. No un vago “empoderamiento” de los individuos, no la alusión a “las masas”, sino la valoración de lo que llamaba “las organizaciones libres del pueblo”. Lo que nos viene a la mente, por la experiencia de estos 70 años de peronismo, son naturalmente los sindicatos de trabajadores. Pero es un grave error limitarlo a ellos. Los empresarios, los profesionales, los intelectuales. Todos los sectores fueron llamados a organizarse.
Y el individuo, la persona, debía realizarse libremente en esos grupos humanos. Los mismos clubes de barrio eran una expresión de la comunidad.
Se ha escrito bastante sobre esta filosofía social de Perón. Y hace falta, en la anomia impersonal de estos tiempos, que se rescate mucho más. No lo voy a hacer en este posteo, por cierto, pero hay un punto que quiero señalar.
Esta filosofía no es estatista. Concibe al Estado como un servidor del pueblo. Pero la solución que dio al viejo, eterno problema del poder era el poder personal. Su poder personal. Consciente que esa no era un solución permanente, hablaba de una etapa gregaria de la revolución peronista.
Atención: conociendo en la teoría y en la práctica las debilidades de la democracia que el leninismo llamaba “burguesa”, tuvo la prudencia y la sabiduría de mantener sus mecanismos. Con errores y abusos, la Argentina peronista mantuvo las instituciones democráticas, a las que procuró darles un contenido social -ver la Reforma del ´49, las constituciones de Chaco y de La Pampa- sin distorsionarlas.
Salto a 1974 (esto se ha hecho muy largo): Perón, luego de haber ganado en elecciones libres, supervisadas por sus enemigos, con el 62 % de los votos, percibe con claridad que no es suficiente. La sociedad argentina está dividida, y organizaciones guerrilleras desafían su autoridad. En la América del Sur se desarrolla una ofensiva para someterla a la lógica feroz de la Guerra Fría. En Brasil y Chile gobiernan dictaduras militares pro estadounidenses. Rucci, su alfil en el todavía poderoso movimiento obrero, ha sido asesinado. Y -supongo- se da cuenta que pronto va a morir.
El viejo general, que seguramente le habría dicho, guiñándole un ojo, a Laclau si conversaba con él, “Pero si al populismo lo inventé yo!” sabe que el liderazgo personal es necesario, es imprescindible, para que exista un pueblo en marcha hacia un objetivo. Pero que no alcanza. Son necesarias las instituciones.
Las instituciones, entonces, los hombres que las conducían, no fueron iguales a la tarea. Y, además, la Historia, se desvió en dirección opuesta a la prevista. No vino “la hora de los pueblos”, sino la “Revolución Conservadora” de Thatcher y Reagan, la hegemonía del neoliberalismo. Ahora, estamos entrando a otra etapa histórica, imprevisible. Pero la propuesta que hizo Perón al final de su vida sigue siendo válida.
De las conversaciones que comenté al principio, hay una observación que rescato porque me parece una indicación poderosa: Algunos de los jóvenes que participan, organizaron en su facultad un seminario sobre pensamiento nacional. De los libros de Perón que se leyeron ahí, los alumnos -no militantes políticos- encontraron más interesante “El Modelo Argentino…”. No tanto por lo que decía. Sino porque era un dirigente que planificaba, que quería moldear el futuro.

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