miércoles, 29 de junio de 2016

NENE, VAS A TOMAR LA SOPA..., O...? -- Aniversario de Illia, Aprovechen, Provechito

Foto en la Edicion de hoy del diario La Nacion,
En la Prensa dominante y el acto que la foto refleja hicieron el centro en la diferencia entre
la honradez del Dr. Illia y el anterior Gobierno,  el ahora no, ahora si, palabreria que va y...
Lo que sus palabras no dicen,  es sobre su pecado original, es decir el ser gobierno, el ir a elecciones aceptando la proscripcion de las mayorias nacionales y su Lider. la fortaleza de un triumfo troco en debilidad y soledad ante el atisbo de meterse con los intereses de alguna Corporacion.
Un viejo maestro me decia: siempre hay que preguntarse sobre el tiempo y el espacio,
y hablaba que no son infinitos en la politica o relacion de fuerzas.
Como estan de tiempo, muchachos, ...que va a llover un par de dias, ah, eso...
bueno, sigan gastando a cuenta, aunque suframos...

martes, 28 de junio de 2016

CARTA ABIERTA 21 -- DAR TESTIMONIO

Carta Abierta / 21

Dar testimonio


1. El vergonzoso caso de José López podría hacernos vacilar: era un funcionario de alto nivel, encargado de las obras públicas, conocido por todos, y sobre todo por los que en toda la extensión del país trataron con él por la gran cantidad de construcciones que se realizaron. Repentinamente emerge desde una madeja de hechos sombríos que involucran dólares secretos en cantidad portentosa, en valijas prefiguradas por estruendosas denuncias anteriores, y sin poder justificar nada, emerge de madrugada de un convento suburbano encasquetado y con pechera policial, como un soldado atontado por las bombas que explotaron en su trinchera, capturado por las Huestes de la Verdad, luego condecoradas. La fuerte evidencia visual obligó al kirchnerismo a escribir cartas de repudio y a preguntarse sobre los alcances de la pegajosa palabra en juego: corrupción. A cuántos involucraba, si afectaba a todo el ciclo transcurrido, si un hecho brutalmente escandaloso relativizaba o anulaba  convicciones efectos políticos, genuinas militancias. En suma, si un hecho inmoral, específico o ramificado, invalidaba un compromiso colectivo que protagonizó políticas de significativa ampliación de derechos y distribución de la renta de los gobiernos Kirchner durante más de una década, en los que se incluye el replanteo del papel de las ciencias y las tecnologías, y ampliando las redes creativas de las nuevas universidades públicas.

2. Nuestra respuesta no es vacilante en cuanto a qué hechos y qué legados efectivos no pueden ni podrán ser alcanzados por las graves denuncias en curso. No se puede destruir un colectivo social con  convicciones afirmadas en realizaciones palpables. Ni siquiera por la desmesura oprobiosa que adquiere este caso y sus consecuencias, aun no desplegadas totalmente. Lo ocurrido con López nos obliga a preguntarnos, es evidente, por los sobornos ocurridos en las prácticas corrientes en torno a la obra pública y a no ser tolerantes con ellas, que tienen además, un fuerte impacto negativo en movimientos populares forjados en la idea de la igualdad y la honestidad militante. Por otro lado, dan renovados argumentos a quienes demonizan los estilos de intervención estatal y las memorias de un gran conglomerado histórico-social. No percibimos entonces el tan proclamado fin del kirchnerismo. Lo que vemos es el deseo acrecentado en las derechas latinoamericanas que eso ocurra envuelto en la facilidad que esta nueva situación otorga, de la que emergen injurias prepotentes a raudales y cálculos jocosos sobre el desprestigio irrevocable de una fuerza política. Pero se demostrará que no ha concluido su ciclo, por más tropiezos gigantescos que haya sufrido, precisamente porque esta necesidad de su par antagónico, el macrismo, no puede ser acatada dócilmente por una sociedad compleja que sabe repudiar la indignidad de un funcionario –y de todos los que actuaron con ese mismo desprecio hacia el patrimonio público- y al mismo tiempo sabrá reconocer que aun en las más difíciles encrucijadas, late una memoria indemne. Las razones de ese memorial político no son de hoy sino que se han forjado al abrigo de dramáticas crónicas colectivas. Aunque López no sea solo un individuo sino una triangulación, una amalgama, una asociación o una teoría de los conjuntos, ninguna reflexión que tenga en cuenta la historia efectiva puede juzgar todos los hechos bajo una única dimensión moralizante, por importante que sea. Y por más evidente que se hagan las deficiencias con que se actuó bajo ese decisivo aspecto de la acción política. Porque ni todo es así, ni todos actuaron así. Y porque lo que predominaron fueron hechos de reparación social, esa era la viga central de la época transcurrida, y no casualmente este aspecto reparatorio del tejido social es lo que el gobierno actual se dedica a arrasar con toda ferocidad. Además porque la propia Presidenta no revalidaba su liderazgo con maniobras oscuras ocultando monedas en lejanas fosas, sino exponiendo posiciones críticas, abriendo debates y proclamando caminos autonomistas para el país en muy visibles actos de masas.
3. La entera movilización social de más de una década de militancia genuina, no puede ser deslegitimada por aparatosos procedimientos, cuyos resultados se van instalando como ciertos, procedimientos que deben ser  denunciados por su corrosivo efecto manipulador sobre la mirada de la sociedad. Pero demasiadas veces parece resurgir una escalada persecutoria que se manifiesta en los últimos hechos de represión y espionaje, una verdadera “Campaña del desierto” mediática destinada a neutralizar y apartar a las viejas estirpes del territorio e incluso a los que por su osadía se animaron a decir algo nuevo sobre los aparatos de verdad preexistentes, tanto económicos como jurídicos y comunicacionales, en su rutina burocrática y su lógica aquietadora de las masas. Todo aquello que nos importa demasiado y quieren destruir con una sola palabra –ladrones- sabrá resistir no por capricho ni empecinamiento, sino simplemente porque es portador de una memoria crítica, de una ética esencial, y sabe cómo diferenciarse, en el pulular difuso de los hechos, de aquellos que emergen, verdaderamente como intolerables, y rescatar desde su interior una fuerza socialmente activa y democrática. Y sabe también, colocarlos en  el flujo complejo de una sociedad nacional donde triunfan toda clase de operaciones preparadas en las tinieblas que por no estar al alcance del ciudadano común, atentan contra la trama social introduciendo la pócima de la sospecha, la injuria ciega y un burlón y deliberado irracionalismo en el juicio ecuánime que exigen las cosas.

4. Ciertamente, formas específicas de resistencia democrática a un panorama social que hace más penosa la existencia colectiva, resurgen continuamente. Aún sin que se evidencien los signos de una conducción general efectiva, lo que de una manera u otra resurgirá de la maraña de dificultades y la escabrosidad del presente, numerosos sectores sociales, sindicalizados o no, de trabajadores, empleados, estudiantes, pequeños y medianos empresarios, comerciantes y vecinos, han dado a conocer su descontento frente a gobernantes portadores tanto de una rara insensibilidad hacia el árido presente como de una profusa imaginación para estrepitosas y generalmente vagas promesas. Con arbitrarias triquiñuelas políticas mantienen presa a Milagro Sala, lo que expone crudamente la existencia opresiva de un poder antisocial discriminatorio y adverso a los proyectos de democracia popular e igualitaria. En la otra punta de la cuerda de humillaciones, los tímidos reclamos por Malvinas convierten en una inútil rutina lo que es un tema de democracia geopolítica mundial de indisimulable importancia latinoamericana.

5. Estos son los conocidos momentos grises de una época entera, donde actúan aparatos disciplinadores que desafortunadamente no fueron reencaminados en sus procedimientos antes y que ahora gravan su proceder con técnicas de desmantelamiento social previamente diseñadas, que mezclan el miedo con la represalia y la penitencia con la servidumbre voluntaria. El argumento básico que se expresa en estos días es que, en el anterior gobierno, bajo una “portada” socialmente distributiva se verificaba un “fraude organizado.”
Pobre argumento, ya que estos “flujos ilegales” no pueden de ninguna manera diluir el peso de fecundas y decisivas acciones de gobierno que no  es difícil rememorar, como el apartamiento del ALCA o el resguardo por parte del estado de los fondos de garantía jubilatoria. De estos y tantos otros temas, la memoria social hará su balance y la militancia se rehará con las efectivas evidencias de un aprendizaje de urgencia. En cuanto a gobiernos de fachada, si tal calificación pudiese aceptarse en el razonamiento político, el actual gobierno parece serlo. La puntual coincidencia de poderes económicos, de los más elevados que puedan concebirse, con la piel traslúcida que ofrece la política para recubrirlos pasivamente, nos muestra la contracara del forzado republicanismo que proclamaban. Fondos secretos en el exterior, marchas y contramarchas poniendo a toda una sociedad como campo de pruebas, aumentos de tarifas decididos por un insaciable Leviathan  abismando dramáticamente a una parte importantísima de la sociedad que se ve despojada súbitamente de tantos derechos adquiridos en estos años. Asistimos asimismo con consternación, al  desprecio por los avances en el delicadísimo tema de los derechos humanos y de género, cursos de entrenamiento de ejecutivos para despedir personal como si fueran cursos de historia política o un taller literario, rutinas de “arrepentimiento” sobreactuadas y juras a la bandera alterando venerables rituales (reemplazados ahora por el “sí, se puede”), son apenas unas de las pocas menciones de las tantas que se pueden hacer a la masacre simbólica a la que someten al lenguaje político y al conjunto de la nación.

6. Un panorama de pasajes y veloces constricciones, ampara nuevas mayorías en Diputados y Senadores, con el vértigo forzado que le otorgan las almas recientemente catequizadas y quizás hasta arrepentidas, porque no “perdonadas”. Y que acaso no sería insolente decir “blanqueadas”. Sobran los nombres que por pudor omitimos.
Nos interesa señalar especialmente la anómala creación de una Agencia de Bienes Públicos en la ciudad de Buenos Aires, destinada a una insaciable especulación inmobiliaria en la Ciudad, que contó con el obvio apoyo del oficialismo y el voto copartícipe de algunos legisladores que representaban lo que debería ser la oposición – consagrando así un maridaje que tiñe de color oscuro toda nuestra actualidad- lo que debe condenarse en bien de una democracia urbana y de un conjunto de derechos adquiridos al uso del espacio público. Este inminente remate de zonas, edificios y terrenos destinados a la convivencia ciudadana en favor de una metrópolis expropiada de existencias colectivas, es un pisoteo de lo público tan condenable como el uso de sustancias contaminantes en la minería y el glifosato en la agricultura.

7. Damos testimonio de lo que surge ahora desde la convicción de haber apoyado un momento histórico de ampliación de ciudadanía y de derechos, de reconstrucción de lo público, de la intransigente y sostenida defensa de la soberanía política y económica frente al capital internacional y de disputa por una mejor y más igualitaria distribución de la renta material y simbólica. Ante esto, se ha generado un arrasamiento de la memoria instituida, que viene de la mano con una estrategia que busca asfixiar de contenido la fuerza emancipadora que durante 12 años recorrió la vida argentina en consonancia con el despertar, en Sudamérica, de proyectos y gobiernos que, a contracorriente de los vientos regresivos de la historia, buscaron, y lo siguen haciendo, caminos alternativos a los de la barbarie neoliberal. Barbarie ésta que, con diversas iniciativas reaccionarias y antipopulares, vuelve a desplegar entre nosotros la derecha macrista. En apenas seis meses hemos sido testigos, no de una supuesta alternancia democrática, sino de una política de tierra arrasada que ha buscado revertir políticas sociales, económicas, culturales, de derechos humanos e institucionales hasta el punto de sentir, una gran parte de la ciudadanía, que nos han “cambiado” el país convirtiéndolo en una tierra de promisión para los “ricos” de acá y de afuera, mientras avanza el daño sobre los más débiles, habilitando una nueva y feroz regresión social. Por eso, presentan los actos de gobierno no como una democracia igualitaria, sino que los actos supuestamente igualitarios son tomados de un guion que emerge de una sofística “escuela de sabiduría empresarial”, donde conceptos como “meritocracia” y otros semejantes, recubren todo y parecen reemplazar los derechos a la igualdad con un sistema de puntajes puesto por los mayorales y capataces de las unidades de producción ya docilizadas y encuadradas en disciplinas siempre ajenas a la autonomía de los sujetos.

8. Lanzamos esta Carta luego de un período de silencio, en el que nos manifestamos por todas las vías que nos fueron posibles, en el que no cesamos de reunirnos y de discutir con fervor todos y cada uno de estos temas, acompañando, como tantos otros, las movilizaciones populares (desde aquella inolvidable del 9 de diciembre cuando cientos de miles despedimos a Cristina, pasando por el 24 de marzo más grande de los últimos años, el multitudinario acto de las centrales de trabajadores, la conmovedora y masiva concurrencia a Comodoro Py, la multitudinaria marcha de los trabajadores convocada por las dos CTA, la movilización histórica del pueblo de Comodoro Rivadavia, la masiva protesta de la comunidad universitaria y científica y las decenas y decenas de convocatorias espontáneas y horizontales que a lo largo y ancho del país –en clubes de barrio, en plazas, en centros culturales y políticos– siguen manifestando su vocación de defensa de los intereses populares, de resguardo de la memoria y de generación de lo más difícil de todo: la organización y las estrategias para avanzar en la consolidación de un proyecto emancipador con vocación de poder.
9. López está muy lejos de ser el arquetipo del kirchnerismo, ni tampoco su campanazo lúgubre y definitivo. Por eso nos reconocemos como defensores de las políticas transformadoras de los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner, políticas que deben predominar en el juicio justiciero sobre los demás aspectos que deben merecer agudas consideración autocríticas. Se evidencia en el macrismo, en cambio, ese insolente déficit de historicidad, que creen sustituible por un falso pluralismo (que es solo la réplica infinita de ese Uno que son ellos mismos), balbucean que existen personas, no conjuntos humanos; que hay individuos, no asociaciones públicas. Que la democracia no es más que la sumatoria de individuos egoístas convertidos en ciudadanos-consumidores en el interior de un país que ha olvidado lo común, lo compartido, lo solidario para dejar que los intereses mercantiles y la pura lógica del sálvese quien pueda vuelva a determinar el carácter de nuestra sociedad. Así, con esta misma varita que invierte la vida social, en el mismo cuento de hadas en el que el Presidente le sirve la sopa a una abuelita o a una buena vecina, se produce una amenaza gigantesca al trabajo con el raro pretexto –que debería motivar que las grandes organizaciones sindicales sean más contundentes en denunciar y tomar medidas de lucha-, de que destruyendo puestos de trabajo el futuro dadivoso nos derramará “trabajos de más calidad”. Estos subterfugios ornamentales encubren las viejas recetas neoliberales –aplicadas por Martínez de Hoz y Cavallo- ahora recitadas por el pobre pensamiento de un hombre de libretos desculturizados, y doblemente crueles por el hecho de que los dice con un aire de monaguillo inocente. Pongamos este razonamiento simplista, aunque espectacular, bajo las interpretaciones que deberían provenir de un sentido de la historia regido por los intereses de la clase trabajadora.

10. Al macrismo parece no importarle contar con suavizadoras apariencias para “disciplinar el trabajo nacional”, o para terminar asimilando totalmente Partido a Estado y Estado a lógica Capitalista. Sus actos son traslúcidos, hay un poder único, que en este caso representa muy bien la expresión a veces rápidamente empleada sobre un “poder concentrado”. En esa condensación, intentan  sumergir a la clase trabajadora, que en los tiempos a venir se debatirá entre algunas de sus conducciones gremiales lamentablemente subsumidas en esa concentración económica, y las tradiciones de lucha antiguas, modernas y recientes, que hacen a la clase trabajadora, independientemente del modo en que hoy ha sido estamentalizada, una protagonista central de futuros reagrupamientos y llamados multisectoriales. Pues es la hora en que aleatorias diferencias políticas queden de lado en nombre de un nuevo efecto aglutinador que –por más que hayan cambiado las formas y métodos laborales en el capitalismo- producirá un mayoritario sector obrero, operario, asalariado y trabajador para reencaminar la tarea transformadora de lo social, recogiendo herencias notorias de épocas anteriores, que seguramente se resolverán en formaciones  originales y de contornos frentistas.

11. Todo en el macrismo huele a impostura, salvo cuando algunos de sus principales exponentes, por extraños mecanismos que denuncian una falta de autocontrol, afirman que “era inconcebible que un empleado medio pudiese comprar un plasma o aspirar a viajar al exterior” o, con mayor contundencia y cinismo todavía, “que los pobres deberían saber que seguirán siendo pobres con todas las limitaciones que eso supone”. Una mezcla de viejo y apolillado clasismo con brutal sinceramiento (para emplear el concepto que los define, una suerte de cinismo patronal) que pone en evidencia el núcleo de su visión del mundo. Como lo que ocurre tiene el severo reborde de una tragedia, los personajes en juego adquieren rasgos imprudentes y actúan no en nombre de lo que saben sino de lo que ignoran. Pero en toda situación de esta índole, aparece la lógica dolorosa de la verdad, cuando los que soportan el escarnio retoman la palabra. Veremos aquí lo que será capaz de afirmarse y sostenerse desde nuestra voz no capturada por el aparato ventrílocuo de la condena oficial. Hace tiempo ha confeccionado un patíbulo surgido de la mente de acelerados editorialistas y veloces constructores de puniciones moralizantes. Leemos los textos de los editorialistas connotados. No reímos ni lamentamos. Sabemos que ellos cumplen su tarea derramando el escarnio  obligatorio. Son necesarios para proteger crudos intereses: se aprueban leyes cuestionables y retrógradas o irregulares nombramientos como los de Rosenkranz y Rosatti, que  ratifican la desconfianza hacia un poder judicial que se subordina mayoritariamente a los poderes fácticos. Esto se vio facilitado por los desdichados episodios como  el del nocturnal Ingeniero López y ahora el del fronterizo Pérez Corradi. Son hechos reales que parece que ocasionan, mucho más que el deseo de esclarecerlos, la ansiedad de aplicarlos como “inversiones directas” en un régimen de abominaciones universales que protege la momentánea efectividad de sus pensamientos antisociales.

12. Si bien es una atractiva generalización decir que todo lo sólido se desvanece en el aire, es necesario admitir que las actitudes de este nuevo gobierno le agregan a una historia nunca calma, un complejo deleite de menoscabo, un ansia catastrófica que llega al límite de un fanatismo iconoclasta. Es cierto que todo momento histórico es un momento crítico y reclama no atemorizarse por las incertezas reinantes. Pero el caso del gobierno de Macri asombra por su implacable deseo de hacer totalmente reversible el inmediato pasado, no solo en el plano de los hechos, que siempre pueden revertirse, sino en el plano de la memoria, donde con un pensamiento propio de la razón cínica, tratan lo antes acontecido y sus símbolos, como una multitud de ruinas despreciables.

13. No es lo que pensamos nosotros. En este inmenso juicio a cielo abierto y sin anestesia, al  que es sometido lo sucedido antes, actúan con el desprecio sistemático que proviene de un ritual preparado en una oficina nocturna de guiones policíacos. Con él no pueden substituir la opinión argumentada y cabal, sostenida en elementos de justicia, de defensa meditada de lo actuado y de madurada autocrítica, al punto que puede describirse como la violación alegórica de la Nación.

14. Porque creemos que la democracia no es sólo un acto electoral, a favor o en contra, sino también, una continua reinvención de prácticas y acciones que insistan con buscar la realización del bien común escapando al abrazo de oso del individualismo meritocrático (que destruyen no sólo nociones colaborativas de trabajo sino al mismo individuo social). No habrá democracia si no se van abriendo las posibilidades de entrelazar la libertad con la igualdad, las expectativas personales con el abrazo solidario, las decisiones gubernamentales con la participación popular. Y si el edificio democrático no condiciona las pulsiones inmediatistas e irreflexivas de las lógicas capitalistas, la derecha neoliberal, una vez más, intentará borrar del diccionario y de nuestra habla cotidiana palabras y gestos esenciales, de aquellos que marcaron, desde el fondo de nuestra historia, las mejores y más virtuosas iniciativas para insuflar a la democracia de vitalidad, desafío y participación activa del  soberano en la construcción de un país que, como durante los años del kirchnerismo, aspiró a ampliar la equidad, la libertad, la justicia y los derechos. En primer lugar, advertimos que por iniciativa del gobierno de Macri y la coalición empresarial y financiera que lo ha adoptado como filigrana agresiva que debe incrustarse en la conciencia colectiva, por primera vez en grandes contingentes de la población se experimentan sentimientos de saqueo material y vaciamiento cultural. El cómputo de estas desventuras arrasadoras viene acompañado de la revelación de inciertas promesas. Ese diluido futuro en que se “va a estar mejor” pero ajustando salarios, reventando cuadros tarifarios en los servicios y, en otro plano fundamental, desmontando las implementaciones vinculadas a la soberanía tecnológica del país. Por eso, la asombrosa vaguedad e impudor de esos juramentos de pronto bienestar, parte de un nuevo marketing extravagante. Está fundado en idilios de felicidad sacadas del pobre maletín de los farsantes de todo cuño, sacristanes de la autoayuda y nuevos “Fukuyamas” que recitan las odas del fin de la historia. Nos obligan a pensar en acciones de contestación política que renueven el acceso a la democracia y reconstituyan la noción de resistencia democrática contra los nuevos protocolos de una opresión diseñada bajo equívocos slogans, que relatan incluso la fabricación de una empanada como la obra de una sociedad abstracta donde no hay fuerzas productivas o conflictos, ni fuerzas sociales con contradicciones, sino solo nombres de personas sometidas al realismo venturoso del trabajo aislado y los campos de soja triunfantes. Tristes, solitarios, finalmente purificados.

15. Esta atomización corrosiva del ser social, es el probable o improbable nombre con el que la derecha provocará la desarticulación de la vida en común. Y aunque no hace otra cosa que hablar de ella, suponiéndola inalterable pero amenazada por anatemas exógenos, sus protocolos de seguridad (latentes, sometidos a ensayo y error), sus medidas económicas o el lenguaje de sus funcionarios, son testimonio del grave factor de desequilibrio, incertidumbre y miedo que introducen en la historia, la que fue habitada hasta el momento por complejas y prudentes expectativas. Por eso ellos se visten con la utilería de los vengadores o expropiadores de lo que menos puede decomisarse, precisamente, la historia, una historia, cualquier historia. El vituperable caso de López y todos los que se les parezcan, son graves ante los ojos del presente, pero si la historia común mueve sus motores hacia la justicia y la renovación de las instituciones, será un asterisco doloroso que servirá de advertencia para todos los movimientos sociales y democráticos.

16. Hay que arrojar nueva luz sobre la comprensión de los desafíos y los límites que conlleva refundar un Estado saqueado y desguazado hasta casi convertirlo en un pellejo vacío por los portadores, antaño, de la misma ideología de quienes hoy vuelven a recurrir a fórmulas de ajuste, de distribución regresiva del ingreso y de endeudamiento. Con sus más y sus menos, con sus cualidades y sus improvisaciones, el kirchnerismo se hizo cargo, sin beneficio de inventario, de un país devastado y lo hizo sin recurrir a recetas fondomonetaristas, sin restringir sino ampliando derechos y salarios, avanzando en un virtuoso e inédito camino de desendeudamiento que vino a frenar la siempre activa trama de corrupción que les permitió, a los grandes grupos económicos, vaciar las arcas públicas y fugar miles de millones de dólares a lo largo de los años. Todo debate sobre la corrupción no puede dejar de tocar este punto decisivo, que los Panamá papers representan como momento crucial y abstracto del flujo del neocapitalismo, con sus nuevas bisagras de ilegalidad e invisibilidad opresiva, fusionados con servicios de inteligencias mundiales y grandes operaciones decisionistas, en lo militar y financiero entrelazados. Lo demás es el persistente ocultamiento que desde los medios de comunicación concentrados y hegemónicos (socios activos del gran capital) se ha hecho para beneficiar y proteger a los grandes evasores y fugadores seriales de divisas que mantienen activos externos por más de cuatrocientos mil millones de dólares, los mismos a quienes hoy se busca “reparar y proteger” a través del ya mencionado blanqueo de capitales. Esta blancura es aparente. Aunque amparada en la publicidad organizada sobre hechos aborrecibles que condenamos y otros de menor envergadura que también deben merecer nuestra reflexión autocrítica, los estandartes del macrismo son los de la capitulación de los trabajadores argentinos, los de la pérdida de las nociones igualitaristas, los de la desmotivación para las luchas y los de la quiebra de la autonomía nacional. Pero ante esto, muchos somos los resistentes democráticos, los trabajadores de ayer y de hoy, que portan signos de la memoria y se incorporan ahora a los motivos esenciales de la vida justa, que darán testimonio para no permitir la expropiación general de la existencia colectiva.

EL PERONISMO Y LA DECLARACION DE FORMOSA -- REVISTA ZOOM

El peronismo y la Declaración de Formosa

¿Qué tiene para decir el peronismo hoy?
La Ruta Producciones
La Ruta Producciones
El 23 y 24 de junio último, Formosa fue el escenario de un encuentro que, a instancias del gobernador local, Gildo Insfrán, reunió a intelectuales y dirigentes de distintos puntos del país para debatir y actualizar el pensamiento peronista.

Cuesta creer que en 48 horas, entre protocolo y protocolo, se pueda actualizar una doctrina tan vasta como la del peronismo. Sin embargo, el alcance y la profundidad de la convocatoria dejó en claro que la necesidad de discutir atravesaba a la totalidad de un movimiento -tan vasto como esa misma doctrina-, en un momento en el que, para muchos, parece resonar la famosa sentencia de Discépolo: “estamos en un mismo lodo, todos manoseados” o, al menos, empujados a él, casi sin demasiada distinción.

¿Qué tiene para decir el peronismo hoy? El encuentro exhibió, por un lado, la voluntad de analizar el momento político actual y, por el otro, la necesidad de abrir el debate a los temas que se vienen. No fue un dato menor. Hacía mucho tiempo que el peronismo no tenía una instancia de discusión horizontal como esta, y es probablemente ahí donde radique la importancia de la “Declaración de Formosa”, texto que reúne los principales aportes del encuentro.

“Entendemos que el desafío del peronismo en el marco del bicentenario de la independencia incluye renovar la agenda de la ampliación de derechos que ha sido una de sus marcas identitarias”. El texto, entre otras cuestiones, rescata los tópicos de las tres banderas históricas del peronismo, resalta el latinoamericanismo de este tiempo y la defensa de los Derechos Humanos, legado de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. La necesidad de abrir la discusión de cara a una reforma constitucional es, tal vez, uno de los puntos salientes de un documento que, más allá de que diste de ser el definitivo, como aclaran sus impulsores, sí expone algunas de las principales tensiones de este tiempo político y parece venir a lotear un terreno de acción para un Partido Justicialista del que, desde diferentes sectores, se esperan definiciones. “El Estado -subraya en otro de sus pasajes- no es el problema sino parte de la solución; sin su intervención, el único derecho es el del más fuerte”.

LA DECLARACION DE FORMOSA...


https://drive.google.com/file/d/0B81mxaLp-L4wODdNMk55S1dzd3c/view













COLOMBIA E O DIFICIL CAMINHO PARA A PAZ

segunda-feira, 27 de junho de 2016

Colômbia e o difícil caminho para a paz


Há muitos guerrilheiros e muita estrada para trilhar na busca pela paz 
A notícia sobre a saída do Reino Unido da União Europeia foi destaque nos noticiários e ofuscou outra notícia importante acontecida na mesma semana: o acordo de paz entre o governo colombiano e as FARC-EP, fato que para as gentes de Colômbia certamente tem muito mais significado do que a longínqua decisão europeia.  Mergulhado em um conflito que, na prática, dura 68 anos, o povo colombiano espera pela paz acreditando que, com isso, possa retomar a vida que de certa forma se rompeu no triste “bogotazo”, quando – após o assassinato do candidato à presidência Jorge Gaitán – as gentes se levantaram em rebelião. E o que era para ser um protesto que visava a punição dos culpados e a retomada da legalidade acabou se transformando numa espiral de lutas, violências, crimes e terrorismo de estado.
A Colômbia é um país relativamente pequeno com pouco mais de dois mil metros quadrados que abrigam 48 milhões de almas, mas fica numa posição bastante estratégica na geopolítica mundial: na ponta noroeste da América do Sul, com saída para o Pacífico e mar do Caribe, e fronteiras com Brasil, Venezuela, Peru e Equador. Justamente por isso tem como principal aliado os Estados Unidos, o qual já instalou naquelas terras sete bases militares que se configuram em ameaça constante aos países da região.
Desde seu nascimento como nação livre, o país tem papel bastante controverso na história latino-americana. Vista como uma região estratégica também por Bolívar, o libertador, foi justamente seu general, Santander, que sonhava em ser presidente da Colômbia, o que traiu todo o sonho de integração que embalava a proposta da Gran Colômbia, apostando na balcanização, a qual gestaria várias nações e vários presidentes.  A partir daí o território colombiano sempre foi um espaço de disputa entre liberais e conservadores. Com o alinhamento do país à Inglaterra e depois aos Estados Unidos, o único destino possível foi a dependência e a subordinação.
O ano de 1948, no século XX, marcou outra espiral de turbulências, quando, em abril, foi assassinado Jorge Gaitán, que despontava como uma possibilidade progressista para o país. Sua violenta morte provocou o levante da população – principalmente camponesa – e deu início a formação de grupos armados, dispostos a levar o país para outras paragens, de liberdade e de paz. Naqueles dias os partidos tradicionais resolveram criar uma frente nacional, deixando de fora os principais protagonistas da vida colombiana: o povo em luta. E isso acabou sendo a semente para o nascimento da guerrilha que, com muitos matizes, emergiu. Um dos grupos mais fortes foi o chamado Forças Armadas Revolucionárias Colombianas (FARCs) que caminhou com os liberais até 1964 e a partir daí, já bastante inspirados na revolução cubana, assumiu fortemente sua convicção socialista e comunista.  
A partir dos anos 60 o perfil das FARC e de outros grupos armados se consolida na proposta de criação de um estado socialista, e por toda a América Latina vão nascer outros movimentos guerrilheiros como na Guatemala, na Nicarágua e em El Salvador. As frentes de libertação nacional atuaram de forma profunda na história latino-americana apontando caminhos que não se alinhavam aos desejos do império estadunidense, e por isso, a mão dura dos EUA foi sentida por toda a região. Mesmo onde houve vitória, como na Nicarágua, o ataque dos mercenários a soldo dos Estados Unidos, conseguiu fazer com que a proposta fosse se diluindo até a derrota final.
A Colômbia, apesar de todo o apoio militar e estratégico dos Estados Unidos, resistiu bravamente na luta armada. Foram então introduzidos outros elementos para a desarticulação da guerrilha e um dos mais importantes foi o do “combate às drogas”. Como o país não conseguia dar respostas ao povo no que diz respeito aos direitos mais básicos, foi nascendo um poder paralelo criado pelos traficantes de cocaína, que, no começo, apareciam como os “protetores” das gentes, seja na garantia de direitos ou na garantia da vida mesma.  Depois, até mesmo esse setor que funcionava ao estilo “hobin hood” também foi inoculado com o modo de produção capitalista e a droga passou a ser um poderoso braço comercial, garantindo a riqueza de muita gente da classe dominante.
E foi justamente com o argumento de combater o tráfico que o governo local estreitou sua relação com os EUA. A partir daí, a cessão de território para bases militares e os acordo com as Forças Armadas estadunidenses – que incluem até a total anistia a qualquer crime cometido pelos marines no território – só aprofundaram a submissão.
Também se fortaleceram grupos paramilitares que fazem o combate aos grupos guerrilheiros, bem como as ações terroristas por parte do próprio estado. A Colômbia seguiu então mergulhada na violência, com as populações sendo movidas para lá e para cá, em desalojamentos forçados. Ao mesmo tempo, as lutas pontuais como a de estudantes, professores, camponeses, sindicatos, foram também criminalizadas e permeadas com a ação dos grupos de assassinos, tanto dos paramilitares como dos exércitos. Todo o tecido social é impregnado pela corrupção e pelos interesses do narcotráfico. Não bastasse isso, a própria guerrilha foi cindida pelo narcotráfico, tornando o território colombiano um espaço complexo e amalgamado pela violência.
A busca pela paz
Os anos 90 encontraram a Colômbia tentando buscar saídas para os conflitos. Houve uma nova Constituição no início da década e muitos grupos guerrilheiros se desfizeram. Mas, as FARCs seguiam com seu intento de construir o socialismo e não deixaram as armas. Naqueles dias se fortaleceram as ações de sequestros espetaculares que deixavam o governo em maus lençóis. Novas tentativas de acordo de paz se fizeram no final da década através do presidente Andrés Pastrana, que concebeu o Plano Colômbia em parceria com os Estados Unidos. Mas, como o tal plano nada mais era do que mais um passo de ingerência dos EUA que visava justamente o fim das FARCs, e não havia garantias de destruição dos grupos paramilitares, muito menos do fim da ação terrorista do governo, não foi possível chegar a nenhum acordo.  E, a chegada ao poder de Álvaro Uribe, em 2002, tornou ainda mais difícil a paz.
A ação de Uribe se referia à destruição das FARC. Era um ponto de honra para ele e não foi sem razão que seu período de governo foi o mais violento, com o apoio descarado às forças paramilitares e até ao narcotráfico – do qual ele comprovadamente faz parte. É Uribe também quem vai reforçar ainda mais a submissão aos Estados Unidos com a consolidação do Plano Colômbia (chamado paradoxalmente de plano de paz). Óbvio que essa investida de Uribe só redundou em um aprofundamento da violência e mais problemas para a população.
Com a chegada ao poder de Juan Manuel Santos, veio, outra vez, a proposta de retomar as conversas para a paz e a cidade de Havana, em Cuba, foi o território neutro, ponto de encontro das equipes de negociação. Muitas foram as conversas e as tratativas para se chegar ao cessar fogo bilateral, proposta fechada na semana que passou. Do ponto de vista do governo colombiano, o acordo faz parte do Plano Paz Colômbia, um desdobramento do velho Plano Colômbia celebrado 15 anos atrás. Por isso, a paz firmada nesse dia 23 de junho ainda é uma incógnita.
O que diz o acordo
O comunicado conjunto nº 76 define um acordo em dez pontos concretos. O primeiro deles é sobre o cessar fogo e a deposição das armas. Depois, define que haverá garantia de segurança na luta contra as organizações criminosas que seguem realizando massacres e assassinatos na Colômbia, impedindo a paz.
Outro ponto elenca uma série de compromissos entre as partes que venham garantir o surgimento de uma cultura de paz no país, calcada na democracia e no livre debate de ideias. Também determina que em 180 dias deverá ser apresentado um acordo final. Mas, para que isso aconteça será necessário o completo cessar fogo que será acompanhado por um monitoramento, coordenado de forma tripartite (governo, FARC-EP e um representante internacional).
As forças armadas da Colômbia deverão garantir a retirada de homens do território onde estão as FARC-EP para que possa se processar o desmonte dos atuais acampamentos. Serão criadas 23 zonas de normalização, onde se dará o processo de reintegração dos militantes à vida civil. Serão escolhidos representantes dos grupos armados para que circulem em liberdade pelo país e pelas zonas para que levem a cabo os trâmites da paz.  Nessas zonas, os militantes das guerrilhas ficarão em acampamentos nos quais serão capacitados para as novas funções na vida civil. E, ao redor desses acampamentos será estabelecida uma zona de segurança na qual não poderá ter qualquer força pública ou de guerrilha.
Fica acordado também que será fechado um protocolo garantindo a segurança de todas as pessoas, tanto as que estiverem nos acampamentos, quanto as que estiverem se deslocando par aas reuniões com o governo.
Também ficou decidido que as armas da guerrilha serão entregues. Parte do arsenal será destruída e outra parte servirá para a construção de um monumento que marcará o início de um novo tempo na Colômbia. Assim, apenas as forças do estado terão o monopólio das armas.
O acordo se configura em um Pacto Nacional que envolverá também todos os partidos e movimentos sociais da Colômbia. Haverá a criação de uma Comissão Nacional de Garantias de Segurança que vai coordenar o combate às organizações criminosas. Também será criada uma Unidade Especial de Investigação para dar combate às organizações paramilitares. Outra estrutura a ser criada é o Sistema Integrado de Segurança para o Exercício da Política, que deverá determinar um modelo de garantias e direitos aos cidadãos e proteção aos movimentos sociais e políticos.
Por fim haverá um Programa Integral de Segurança e Proteção para as comunidades e organizações que estarão nos territórios acordados com a ativação de um corpo de elite da Polícia Nacional para atuar nessa zona.
Os problemas
O aperto de mão entre o presidente da Colômbia e o representante das FARC-EP fez com que a população colombiana celebrasse, afinal, são as pessoas comuns, que vivem o cotidiano da vida, que sabem muito bem o que é viver no medo, entre o fogo cruzado do exército, guerrilha, narcotraficantes e criminosos de toda monta. Ao longo de todos esses anos não há uma única família que não tenha sofrido a ação da violência desencadeada no longínquo “bogotazo”.
Mas, ainda assim, apesar da alegria pela assinatura do acordo, todos sabem que não será um processo fácil. Primeiro porque o acordo se dá nos marcos do Plano Paz Colômbia, o qual tem o dedo dos EUA. E, depois, porque existem antecedentes ainda muito vivos na memória do que pode significar depor as armas e confiar no governo. No final dos anos 1980, quando da discussão da nova Constituição que iria ser promulgada em 1991, alguns grupos guerrilheiros se dispuseram a aceitar um acordo de paz, entre eles o M-19, o EPL, o Quintín Lame e o PRT, e foi discutida toda uma estratégia de reintegração dos militantes.
Há quem diga que aquele momento, em 1991, foi o primeiro passo para a consolidação da paz que hoje se avizinha já que muitas lideranças desses movimentos entraram para a vida civil e para a vida política institcional. Mas, também há os que dizem que muita gente morreu por ter confiado no governo depondo as armas. Há relatos de assassinatos cirúrgicos de muitas lideranças desses grupos e também do completo abandono da maioria dos militantes depois do acordo.
Outro elemento preocupante é a criação das tais zonas onde os militantes das guerrilhas ficarão reunidos recebendo capacitação para a vida civil. Desarmados e agrupados, não serão alvos fáceis? Com a velha desculpa de atuar contra os “grupos criminosos” sempre será possível ações de retaliação, ainda mais com a criação de uma tropa de elite. Tudo é, então, uma grande incógnita e depende de confiança.  
Para os integrantes do grupo de negociação, o acordo firmado em Cuba foi apenas um primeiro passo. Há que monitorar e ver se todas as promessas serão cumpridas. Passados tantos anos de luta armada e violência por parte do estado, talvez agora a vida possa caminhar sem tanta dor. Por outro lado, passarão muitos anos até que a vida institucional, para a qual as organizações terão de se voltar, possa dar algum resultado prático de mudança. O sonho de construção do socialismo pela via das armas, na Colômbia, parece ter findado. Agora, resta saber se será possível pela via da política institucional, num estado tão submetido aos interesses do império estadunidense.

Estamos todos com os olhos presos na Colômbia. Há ainda uma longa estrada a ser não apenas percorrida, mas também construída. 

jueves, 23 de junio de 2016

CEREBROS AGREDIDOS -- REVISTA ZOOM




Cerebros agredidos (primera parte)

Desde la temprana infancia los cerebros son desarmados de la posibilidad de avanzar en el pensamiento crítico




Por efectos de una catequización inherente al sistema capitalista, y por lo tanto uno de sus pilares, desde la temprana infancia los cerebros de las masas populares y gran parte de los sectores medios son desarmados de la posibilidad de avanzar en el pensamiento crítico. El objetivo, no necesariamente siempre exitoso, es evitar que las multitudes accedan a saberes críticos y a la utilización de recursos del pensar tales como la lógica: el común sujeto humano, el llamado hombre de a pie, debe permanecer atontado y de boca abierta frente a lo que le es adverso e incomprensible. Simultáneamente, la cultura de la dominación logra que muchos de los que cargan un cerebro agredido, porque castrado en sus potencias virtuales, se cierren obstinadamente a toda palabra que contraríe las convicciones dogmáticas que les han sido introducidas; y así, el portador de esa carga ominosa acabará viviendo una realidad literalmente de papel pintado, y lo que es peor, obrando como si ese decorado fuera la efectiva y dura realidad.

El daño inferido a los cerebros no aparece como tal: es indoloro, inodoro e incoloro, producto de lo que el llamado Poder Simbólico hace en favor del sistema. La agresión al cerebro no es sentida como tal: los humanos que piensan mal (para eso han sido educados), ignoran que piensan mal:, no son ignorantes, son víctimas del sistema. Y de esas víctimas el sistema se mantiene.

Asombra como personas de diferentes clases, estratos y grupos sociales aceptan, sin vacilaciones, los infundios propinados a diario por los medios del sistema, los grandes y los otros. Sorprende que se dé por cierta la “información” maliciosamente vehiculada, repetida, es verdad, con inmisericorde insistencia y basada en fuentes tan poco estimables como insinuaciones, preguntas capciosas, rumores, versiones, chismes de alcoba, fotografías truchas, opiniones caprichosas y otros detritos generados en las usinas del Poder y vehiculados por quienes se han especializado en hacer de la mentira una profesión lucrativa.
El sistema no puede convivir satisfactoriamente con un pensamiento en alerta crítico, en plena posesión de recursos lógicos, habituado a pensar por sí mismo y a extraer conclusiones, incluso las más desagradables.
La pócima envenenada, sistemáticamente administrada a diario a los cerebros por los medios del sistema capitalista y con propósitos específicos, se inscribe sobre la base configurada por el caótico sentido común, que para aquel es tan vital como lo es el aire y el agua para humanos y no humanos. El sistema no puede convivir satisfactoriamente con un pensamiento en alerta crítico, en plena posesión de recursos lógicos, habituado a pensar por sí mismo y a extraer conclusiones, incluso las más desagradables. El sistema (lo normal en él) precisa evitar que la facultad de pensar, que no es lo mismo que saber pensar, actúe más allá de las apariencias, de lo inmediatamente dado que desconcierta y no se explica, del no entendimiento que es perplejidad frente a la maraña de acontecimientos, locales y distantes, que de alguna manera asaltan y perturban a la persona en esta sociedad

Queda dicho y se repite: las campañas mentirosas y difamatorias hallan excelente receptividad en la más auténtica, permanente y acabada representación de la cultura de la dominación: el cotidiano sentido común inficionado de prejuicios, falsos estereotipos, clises verbales y conceptuales, frases hechas e “ideas” que suelen repetirse maquinalmente; todo lo cual va unido a la cuidadosamente cultivada incapacidad para percibir y plantear correctamente los problemas, buscar sus raíces y adentrarse en sus honduras, más la pavorosa y casi total ausencia del instrumento lógico y la legión de opacidades en que transcurre la vida cotidiana de los más, y no de los menos.

Resumiendo: el operar intelectualmente dentro del ámbito del sentido común equivale a la abdicación inconsciente de un pensar crítico y creativo, carente de autonomía, y privado de saberes y recursos que el sistema niega, no porque los tenga escondidos, sino porque dentro de sus marcos culturales no tienen cabida. A la indigencia física, que es su ideal para las masas populares, debe corresponder una indigencia en instrumentos para el pensar autónomo, crítico y competente. Y así es como los cerebros son obturados para la razón crítica capaz de ejercerse sobre sí misma, y sobre la dominación como totalidad que nos incluye y nos ahoga. Sobre esta base se inscriben las campañas del odio, de la mentira, de la ocultación, de la simulación, de la negación de toda verdad, de la ridiculización del prójimo, del desprecio: a todo este arsenal, que se revela indispensable para la cultura del sistema, se agregan las campañas y “operaciones” propias de cada una de sus precisas coyunturas político-culturales. Veamos algunos ejemplos actuales, aleccionadores de cómo se deforman los cerebros, particularmente en sus aptitudes lógicas.
El daño inferido a los cerebros no aparece como tal: es indoloro, inodoro e incoloro
Leemos que en las encuestas de opinión la figura del presidente está mejor ubicada que las declinantes preferencias sobre su gobierno. Lo que quiere decir que quienes aún piensan bien sobre el mandatario, no lo ven como responsable, por lo menos en alguna medida, de las masacres que sus ministros no paran de cometer, como si estos y él pertenecieran a realidades diferentes. (Un decadente Hugo Moyano, macrista de la primera hora y supuesto representante de los intereses de los trabajadores, le deseaba recientemente al mandatario poder librarse de los malos consejos de su equipo ministerial: una manera de contribuir a la confusión y salvar al principal protagonista de la tragedia que se está derramando sobre el pueblo argentino). Esa desvinculación parece un tanto asombrosa, porque para la lógica más elemental, Macri y sus ministros son lo mismo, y la política que estos ejercen no ha sido en ningún momento criticada por el primer mandatario, sino defendida y confirmada por sus palabras y sus actos.

Observamos también que en las encuestas aparece una considerable proporción de personas, que a despecho de sus adversidades cotidianas (tarifazos, inflación, desempleo, etc), aún creen que en el próximo semestre o en un “más adelante” macrista, las cosas mejorarán y la pálida será revertida. Esa gente no se funda en hechos, sino en las palabras del presidente, quien con un lenguaje de fallido pastor evangélico en busca de idiotas que le crean (y rostro acomodado al modelo Durán Barba) insiste en anunciar la futura felicidad y el bienestar para todos los argentinos. En otras circunstancias el señor Macri sería encerrado por delirante.

Tanto en los que creen más en el presidente que en su criticable gobierno, como en los esperanzados que no se fundan en hechos ni en tendencias de la realidad, se evidencia una grave anomalía: piensan mal, no operan con arreglo a la lógica ni a lo que la realidad arroja diariamente a la cara.

De las Técnicas Para Controlar, Vigilar y auscultar
Como lo que llamamos de catequización permanente, cotidiana e implacable no le es suficiente, el sistema teme que por alguna rendija se cuele la subversión, acaso las conclusiones que arrimen al cerebro una lucecita explicativa, donde se supone debe reinar, como máximo, la lánguida luz de una vela. En eso el sistema no se equivoca: los humanos no somos en nuestra íntima verdad robots programados o marionetas teleguiadas. Por eso la dominación se vale de controles, de los que daremos algunos ejemplos en la segunda parte de esta nota.

miércoles, 22 de junio de 2016

UNA DEFENSA DEL REPUBLICANISMO POPULAR -- Revista Maiz

Una defensa del republicanismo popular

| revistamaíz.com.ar




LAS ÉLITES EN LA POLÍTICA / Quienes dicen ser sus garantes, omiten que la república es una y a la vez dividida. La presentan como una categoría a la que el populismo vendría a oponerse, y soslayan que éste es una de las formas del republicanismo: la que más ha hecho en nuestra historia por el bien común y los derechos de las mayorías. Un recorrido por añejas discusiones para reponer lo invisibilizado por los que afirman defender la cosa pública mientras excluyen a la chusma y desmantelan el Estado.

Por Eduardo Rinesi
Politólogo y filósofo. UNGS.

Fotos: Sebastián Miquel

El tema de las élites atraviesa los últimos cien años de la teoría política y social en Occidente: de Mosca a Schumpeter o a Dahl, de Pareto a Manheim o a Raymond Aron, de La élite del poder de Charles Wright Mills a Los que mandan y La clase alta en Buenos Aires, ambos títulos de ese nada despreciable sociólogo argentino que fue José Luis de Ímaz, quien del primero de ellos puso a circular en menos de un año, a mediados de la década de los sesenta, cuatro ediciones a través de Eudeba. Es cierto que en los veinticinco años que se tienden entre mitad de los setenta y el fin del siglo XX la estructura social de la Argentina que conocieron y pensaron Germani, De Ímaz y todos los demás sufrió un trastrocamiento radical que nos obliga a pensar todo de nuevo, incluyendo el modo de representarnos las élites que dominan la nueva escena económica, política y social, como nos han ayudado a hacer desde Juan Villarreal en su muy temprano –y muy citado– artículo “Los hilos sociales del poder” hasta Maristella Svampa en su más etnográfico Los que ganaron, que va a buscar a los “nuevos ricos” del ciclo menemista a los barrios cerrados donde en muchos casos eligieron establecer su residencia.

Por supuesto que habría mucho que decir sobre las transformaciones todavía más recientes operadas en la estructura y las representaciones de las viejas y nuevas burguesías argentinas. Y ni hablar de los modos en los que las mismas encuentran su expresión en la fuerza política hoy gobernante, cuya concepción elitista del mundo y de la vida se manifiesta a cada paso, en cada declaración o en cada nueva medida que se anuncia. Sin embargo, lo que yo querría apuntar aquí sobre las élites en la Argentina actual no se refiere a lo que ellas dicen o piensan acerca de sí mismas, sino a lo que no dicen acerca de sí mismas, pero dicen y piensan acerca de otras cosas. Porque la capacidad que esas élites dirigentes –y ahora incluso gobernantes– tienen para generalizar su propia representación sobre las cosas puede a veces llevarnos a suponer que los sentidos que les dan a las palabras son los únicos posibles o los que tenemos la obligación de compartir, aun cuando con frecuencia esos sentidos apenas disimulan la fuerte impronta ideológica que cargan. Querría sugerir que ese es el caso cuando en ciertos ambientes políticos, periodísticos y académicos se utiliza, como se lo hace bastante últimamente, la categoría derepública.

Se trata de una vieja palabra de nuestros lenguajes políticos más establecidos, y alude, como nos lo indica su sonora etimología, a la cosa pública, a lo que es de todos o concierne a todos: al bien común, al bienestar general, al patrimonio colectivo. Al ámbito, también, en el que sin cancelarse se dirimen las disputas entre los distintos miembros, con intereses eventualmente divergentes, de ese cuerpo colectivo que no por ser uno deja de ser, al mismo tiempo, diverso e internamente segmentado. Y a los procedimientos que, ciertamente, se utilizan para procesar la existencia y la contraposición de esos intereses enfrentados. El viejo Aristóteles trató estas cuestiones en su obra Politeia, que la tradición ha traducido precisamente como República, donde podemos leer que la forma republicana de organización de la vida de la polis, que es la que el viejo filósofo consideraba preferible a cualquier otra, era sin embargo una rara mezcla de las instituciones y los procedimientos característicos de dos formas impuras de gobierno: la democracia, que era el gobierno de las mayorías pobres, y la oligarquía, que era el gobierno de las minorías ricas, esto es, de las élites.

Es interesante, aunque excede por completo los propósitos de estas anotaciones, lo que puede leerse en este antiguo texto sobre las formas posibles de esa mezcla. Lo que a mí me gustaría señalar aquí es que en esas viejas e importantísimas páginas aristotélicas puede encontrarse, al mismo tiempo, la primera y muy clara formulación de dos ideas todavía fundamentales para nosotros. La primera, que la república es al mismo tiempo una y dividida: que la forma misma de su ser es la división. Que la cosa pública es una cosa peliaguda, y que eso no es un problema que ella tenga, sino su misma e insuperable condición. La segunda, que existen (y en Aristóteles esto se asocia con las distintas formas que puede asumir la mezcla, a la que ya aludimos, entre las instituciones, principios y valores de la organización oligárquica y de la organización democrática de la ciudad) dos formas posibles o, al menos, dos formas tendenciales de república: una elitista, minoritarista, asociada a la idea del gobierno de unos pocos, de la exclusión de la chusma de los manejos de los asuntos públicos, y otra popular, mayoritarista, asociada a la idea de que todos por igual deben y pueden ocuparse de los asuntos que a todos les conciernen.



En Aristóteles, dijimos, estas dos formas opuestas, o tendencialmente opuestas, de república pueden, para bien de todos, combinarse de distintos modos (pueden combinarse, por ejemplo, distintos criterios sobre la cantidad de ciudadanos que deben participar en cierto cuerpo, o sobre la cantidad de quienes deben elegir a aquellos que gobiernen, o sobre los criterios con los que debe operarse esa selección) en busca de alguna forma de “justo medio” adecuado a las características de cada ciudad particular. Pero la hipótesis aristotélica sobre las bondades o la conveniencia de esta mezcla no impidió que la historia posterior de las teorías acerca de la república siguiera distinguiendo y oponiendo, siquiera como formas puras o como tipos ideales, los dos modelos principales que el viejo filósofo había permitido identificar. En algunos autores, en algunos modos de pensar este problema, la distinción entre estos dos tipos diferentes y opuestos de república se asocia más bien a lo que llamaríamos la cuestión del número: del número de quienes gobiernan o de quienes eligen a los que gobiernan. Así, la república puede ser gobernada por algunos, en cuyo caso se califica como aristocrática, o por todos, en cuyo caso se califica como democrática.

En otros autores o en otras tradiciones, la distinción tiene que ver, en cambio, con la mayor o menor presencia en el corazón de la vida pública de la ciudad del conflicto entre los distintos grupos que la integran: así, en el Renacimiento italiano se distinguía un modelo de república cuya virtud consistía en su carácter armónico y consensual, que se caracterizaba por el gobierno de una élite especialmente virtuosa, y un modelo de república cuya virtud consistía en el fuerte involucramiento de todas las personas y los grupos en la vida colectiva, que, en contrapartida, se caracterizaba por ser particularmente tumultuosa y conflictiva. El primer tipo de república, aristocrática, encontraba su modelo clásico en la antigua Esparta, y su paradigma contemporáneo en la serenísima –como se decía– Venecia. El segundo tipo de república, plebeya o popular, recogía su inspiración en la antigua Roma, y encontraba su cristalización en la revoltosa e inestable Florencia, que le permitió pensar a Maquiavelo (que ciertamente la prefería) que el conflicto no sólo no debía ser pensado como un problema para las instituciones, sino que debía ser considerado la fuente de su vitalidad y su permanente renovación.

¿Por qué traigo a colación aquí estas añejas discusiones? Porque me parece que pueden tener utilidad para plantear mejor algunas de las nuevas discusiones que se han dado en los últimos años en la Argentina y en América Latina y que, en el contexto de la fuerte reorientación del sentido de la política pública a la que estamos asistiendo de modo muy notorio en nuestro país, y a la que podemos asistir como tendencia más general en toda la región también, es importante que las podamos sostener con menos prejuicios y simplificaciones que las que caracterizan algunas posiciones que hoy tienden a imponerse en nuestras conversaciones. Por ejemplo, la que desde hace ya unos cuantos años nos invita a oponer lo que nombra la palabra república, que aquí hemos estado considerando, a lo que nombra la palabra (presuntamente reñida con ella)populismo, a la que una larga tradición invita entre nosotros a poner del lado de las cosas malas de la vida y de la historia, y a la que hoy se carga con todos los elementos de rechazo de los valores de un republicanismo que, aparentemente, según lo que se oye sugerir por todas partes, sólo podría buscarse muy lejos (en las antípodas, incluso) de esa tradición populista que con tanta ligereza se denosta.

EN LA ARGENTINA LOS VERDADEROS REPUBLICANOS NO SON LOS ELITISTAS QUE CACAREANDO LA REPÚBLICA HAN SIDO SUS PRINCIPALES ENEMIGOS: LOS VERDADEROS REPUBLICANOS SOMOS NOSOTROS, LOS POPULISTAS.

Pero que se denosta sin entender muy bien, quiero decir, que en esas formas de organización y representación de la política y de estructuración del campo de las discusiones que se nombra con la palabra populismo no sólo no se encuentra ninguna afrenta a los valores de la república y del republicanismo, sino que se encuentra una de sus expresiones más altas y más interesantes: la que recién presentábamos bajo la forma del republicanismo popular, es decir, de una apuesta por la república, sí, por la cosa pública (por el bien común, por el bienestar general, por el patrimonio colectivo: ¿no han sido los gobiernos calificados rápida y despreciativamente como populistas los que en general, en toda la región, más han hecho en pos de todo esto en toda nuestra historia?), pero de una apuesta por la cosa pública que no parte de creer que su defensa exige excluir al pueblo y apostar por el gobierno de las minorías o de las élites, porque lo que quiere es ver al pueblo, con todas sus contradicciones y sus luchas, con todos sus matices y sus diferencias (desde Aristóteles sabemos que el pueblo, que es uno, está a la vez internamente dividido: esa es su condición y su riqueza), en el centro de la escena.

Lo que estoy tratando de decir es, pues, en síntesis, que lo que en la tradición de las discusiones políticas y académicas latinoamericanas suele nombrarse con la palabra populismo no sólo no es una cosa diferente que lo que en la gran tradición occidental se llama republicanismo, sino que es, ni más ni menos, una de sus formas. Los rasgos que se destacan siempre como característicos de las formas populistas de organización del lazo político, a saber, su carácter con frecuencia tumultuoso y siempre conflictivo, son los mismos que, como ya vimos, caracterizan a la república que pensaron los grandes teóricos de una de las dos grandes tradiciones republicanas que transitan la historia de la civilización occidental: la del republicanismo popular. La que quiere la república pero la quiere de todos y para todos; la que quiere la república pero no supone que quererla exija negar ni esconder bajo la alfombra el conflicto, que es la materia y la savia misma de la historia; la que quiere la república pero no la quiere gobernada por pequeños grupos, por pequeñas minorías, por pequeñas élites, sino por y para el pueblo; la que quiere la república, pero una república democrática.

Cuando oímos, entonces, como lo hacemos todo el tiempo, que la idea de república se opone entre nosotros a lo que nombra la palabra populismo, corrijamos: lo que nombra la palabra populismo no se opone a la idea de república, sino a una cierta idea de república que en sus encarnaciones históricas concretas, en la historia de nuestro país, ha demostrado muy poco interés por defender la cosa pública: el bien común, los derechos de todos, el patrimonio colectivo que más bien ha servido para dilapidar. No se defiende la cosa pública desmantelando el Estado. No se defiende la cosa pública pulverizando derechos. No se defiende la cosa pública cediendo soberanía. Hace muchos años, cuando una rica discusión teórica y política se planteaba entre “peronistas” y “comunistas”, John William Cooke escribió que en la Argentina “los verdaderos comunistas somos nosotros, los peronistas”. Hoy, cuando la discusión se plantea entre “populistas” y “republicanos”, déjeseme resumir lo que quise expresar aquí diciendo que en la Argentina los verdaderos republicanos no son los elitistas que cacareando la república han sido, todo a lo largo de la historia, sus principales enemigos: los verdaderos republicanos somos nosotros, los populistas.