martes, 31 de mayo de 2016

Maranhão resiste na blogsfera -- terça-feira, 31 de maio de 2016 A mídia no Maranhão Entrevista com Pedro Jorge , blogueiro no Maranhão. Ele fala sobre a realidade midiática no estado e a necessidade da resistência.

ALVARO GARCIA LINERA -- OPINIONES

“Hay que cambiar el alma de la sociedad”

El proceso de expansión territorial de gobiernos progresistas y revolucionarios se ha estancado, dice. Pero el proyecto continental de los gobiernos progresistas y revolucionarios no ha agotado sus energías, agrega.
 Por Florencia Garibaldi

En América Latina, dice Alvaro García Linera, se abrió un nuevo capítulo signado por el inicio del proceso de destitución de la presidenta brasileña Dilma Rousseff, que fue apartada del poder en forma temporal. Una suspensión de 180 días en los que el Senado deberá votar si la mandataria es culpable de lo que se la acusa: “pedaleadas fiscales” que implican el uso de fondos de bancos públicos para cubrir programas de responsabilidad del gobierno, aunque esas maniobras fueron usadas por gobiernos anteriores. Debido a la apertura del juicio político, la presidencia interina quedó en manos del vicepresidente, Michel Temer, lo que representa una muestra del giro a la derecha que se está viviendo en la región. “Quiero llamar la atención sobre lo que está pasando en el continente. No estamos en un buen momento. Algunos hablan de un retroceso, otros de un avance de los restauradores. Lo cierto es que en el último año, después de la irradiación de gobiernos progresistas y revolucionarios durante diez años, han triunfado las fuerzas conservadoras. Han iniciado un proceso de restauración de las viejas elites de los 80 y 90, que nuevamente han asumido o quieren asumir el control de la gestión estatal. Todo esto dirige su ataque hacia la década virtuosa o dorada de América Latina”, dice García Linera, vicepresidente de Bolivia, en diálogo con Página/12.
El intelectual orgánico, que formó parte del Ejército Guerrillero Tupaj Katari (EGTK), estuvo preso durante cinco años, y es desde el 2005 el compañero de fórmula del presidente Evo Morales, fue expositor en la conferencia “Restauración conservadora y nuevas resistencias en Latinoamérica” organizada por la Fundación Germán Abdala en la facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Durante la actividad, se realizó el lanzamiento de la Fundación como iniciativa de los gremios UTE Capital (Unión de Trabajadores de la Educación) y ATE Capital (Asociación de Trabajadores del Estado). Participaron dos referentes del pensamiento de la Patria Grande, el sociólogo y politólogo brasileño Emir Sader y el filósofo y politólogo argentino, ex rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento, Eduardo Rinesi. Estuvieron presentes el secretario general de CTA, Hugo Yasky, junto a Daniel Catalano, secretario general de ATE Capital, los diputados del Parlasur Daniel Filmus y Víctor Santa María, la ex diputada nacional y compañera de Germán Abdala, Marcela Bordenave, y el secretario de Comunicación y Difusión de CTA, Carlos Girotti.
Después del evento, la entrevista se realizó camino a la base militar de Aeroparque y en la sala de espera de dicho aeropuerto, donde lo esperaba un avión privado para volver a su país.
En los últimos meses el proceso de expansión territorial de gobiernos progresistas y revolucionarios se ha estancado: a esa conclusión llega García Linera. “Hay un regreso de sectores de la derecha en países importantes del continente y hay una amenaza de que suceda lo mismo en otros. La derecha siempre va a buscar sabotear los procesos progresistas. Hay que evaluar qué cosas nosotros no hemos hecho bien, dónde hemos tenido límites y tropiezos, que permitieron que la derecha hoy tome el poder”. Con un discurso crítico, pero a la vez optimista, el vicepresidente considera que el proyecto continental de los gobiernos progresistas y revolucionarios no ha agotado sus energías, ni tampoco se ha derrumbado, sino que ha sido golpeado y saboteado.
García Linera cree que en el continente hay un proceso revolucionario que se da por oleadas, donde existe una izquierda que no agotó su proyecto y una derecha que no ofrece nada nuevo. Considera que la situación actual en Brasil y en Argentina, es un regreso a lo antiguo. “Cuando se dé la segunda oleada se tiene que saber recuperar los errores cometidos en la primera. Hay que darle mucha importancia a la economía en el sentido de que si no tenés una base económica que garantice bienestar a los más pobres, no tendrás estabilidad y garantía de continuidad. En segundo lugar, si bien un gobierno tiene que gobernar para todos, incluidos sus adversarios, nunca hay que hacerlo a costa de golpear a la base social que te llevó a dónde estás y que te sostiene. No podés cambiar de aliados a mitad de camino”.
En la línea de la autocrítica, el vicepresidente agrega más elementos a tener en cuenta: “El tercer factor tiene dos caras, una es que cada acción social que uno vaya a hacer de justicia y de igualdad tiene que ir acompañada por procesos de politización. La otra cara es saber entender las nuevas sensibilidades y discursos, formas de organización y comunicación de las clases medias emergentes. La cuarta lección es siempre llevar adelante una revolución cultural que acompañe las transformaciones económicas. Hay que modificar el alma intima de la sociedad. Un quinto elemento es el comportamiento ético. Un gobierno tiene que acompañar el decir con el hacer, lo que propugna con lo que es. El último elemento es cómo se garantiza en regímenes democráticos la continuidad del liderazgo y no tengo la menor idea, no le encontré solución”.
Tras la suspensión de Dilma, Bolivia fue uno de los países que dio su apoyo a la presidenta. Evo Morales emitió mensajes a través de la red social Twitter, dirigidos a su par brasileña. Uno de ellos decía: “No al golpe congresal. Defendamos la democracia del Brasil, su liderazgo regional y la estabilidad de América Latina”. De manera pública, el gobierno boliviano catalogó al impeachment como un golpe blando. “Hemos calificado al golpe como blando porque hubo un uso abusivo y manipulado de la legalidad para armar una trama que ha llevado a la destitución de una presidenta. La están acusando de algo que todos los gobiernos constitucionales de Brasil han hecho. ¿Por qué si es una tradición en el ámbito nacional brasilero se la culpa y enjuicia a ella? Porque es mujer, del Partido de los Trabajadores (PT) y ex guerrillera”.
Si bien el secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), Ernesto Samper, no descartó que los países miembros puedan aplicar la cláusula democrática, que condena las rupturas o amenazas a la democracia en la región, aún no existen iniciativas para una reunión de mandatarios. Para García Linera esto se debe a que el continente está en un momento de inflexión. “La correlación de fuerzas continental no es la más favorable. Antes estábamos en ascenso y podíamos tener acciones en conjunto. Ahora cada país de la región está pasando por problemas internos. Así es difícil construir un consenso para aplicar este tipo de cláusulas democráticas que permitan restablecer el orden democrático y la legitimidad que da el voto. Cuando tenés a Brasil y a Argentina replegados con lo suyo, a Venezuela con problemas, a Colombia mirando a Estados Unidos, es difícil que los países más pequeños puedan asumir un liderazgo en el continente”.
En Bolivia, el Movimiento al Socialismo (MAS), al cual pertenece el vicepresidente, también sufrió un revés en el resultado de las últimas elecciones que concluyeron con el voto negativo al referéndum que buscaba determinar si Evo podría postularse para un cuarto mandato consecutivo entre 2020 y 2025. Detrás de la derrota del gobierno, existió una campaña llevada adelante por el periodista Carlos Valverde que hablaba del nacimiento de un hijo que sería de la empresaria Gabriela Zapata y el presidente. Recientemente, Valverde dijo que el niño no existió jamás. “Sabemos que el referéndum era un tema muy complicado, lo que pone en juego es la continuidad de un liderazgo. Nos ha afectado mucho la campaña de mentira y difamación. Recién hace pocos días salió la verdad a la luz acerca del supuesto hijo. Durante tres meses, toda la prensa de la derecha se dedicaba a hablar de Evo y de que no cumplía sus responsabilidades como padre. Eso nos afectó y se conjugó para la derrota. Pero tenemos por delante cuatro años de gestión que nos permitirán remontar. Pudimos acabar con la infamia, estamos vivos y seguimos con nuestra gestión de gobierno”.

viernes, 27 de mayo de 2016

EL ARTE DE CAPAR MONOS -- Revista Anfibia

Macri y el PRO han sido retratados, por partidarios y opositores, con el común denominador de la despolitización. Se habló se CEOcracia, oenegismo y hasta de la influencia de las nuevas espiritualidades. Pero las dos semanas de discusión pública y negociaciones por la “ley antidespidos” mostraron los hilos de las tácticas y estrategias del “ala política” del gobierno: aceptar la realidad tal cual es, sacar el máximo de lo mínimo, sentarse a negociar con los de enfrente y proteger la popularidad presidencial.


Lo ideal es gobernar con todos los resortes del poder. En principio, hablamos de amplias facultades constitucionales -y si sumamos las de emergencia, mejor-, un partido leal y disciplinado, el control de las dos cámaras del Congreso Nacional, el apoyo de los gobernadores e intendentes. Conviene, también, tener una buena relación con los sindicatos, los empresarios, los bancos, la Iglesia, las calificadoras de riesgo, las fuerzas de seguridad, los jueces, las burocracias y los medios de comunicación. El respaldo de las embajadas clave y, antes que nada, la aprobación popular. Contextos como una economía internacional favorable, un estado sólidamente financiado o una oposición desmoralizada siempre ayudan.

Un gobernante que sabe mandar y hacia dónde quiere ir, y tiene todo lo anterior, no puede fracasar. Ahora bien, ¿quién tiene todo eso junto, y al mismo tiempo? Nadie, obviamente. En la Argentina se creyó durante algunos años que sólo el peronismo podía gobernar, por la sencilla razón de que era el partido más apto para reunir la mayor cantidad de resortes. Sin embargo, ganó las elecciones Mauricio Macri, un presidente que está bastante lejos de tenerlos todos. Aunque pudo mostrar apoyos internacionales -el propio Obama viajó hasta América del Sur para darle la bienvenida- y cuenta con la simpatía de importantes poderes fácticos, carece de las mayorías parlamentarias, las gobernaciones, los sindicatos y otras variables duras del poder institucional argentino.
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Para compensar esas carencias, Macri tiene que desplegar una buena gestión política. Clausewitz ya explicó que no gana la batalla el ejército con más soldados y armas, sino el general que mejor moviliza los recursos disponibles -lo que incluye, claro, no dar batallas imposibles de ganar, y saber retirarse a tiempo. ¿Es Macri ese general? Conscientes del peso de sus carencias iniciales, desde el pasado 10 de diciembre todos estamos observando y evaluando su desempeño político. Y para evaluar, es necesario tomar distancia, desprenderse de los prejuicios, e intentar ver las cosas dentro de sus propios términos.

Macri y su partido han sido retratados de formas distintas, pero siempre con el común denominador de la despolitización. El PRO aparece, en estos retratos, como una expresión divorciada de la realidad política, que estaría mejor representada por radicales, peronistas, roscas, gremios, locales partidarios, calle y movilización. En ese plan se ha hablado de la CEOcracia, el oenegismo, la burbuja de los ricos, la antipolítica, y hasta de la influencia de El Arte de Vivir y otras “nuevas espiritualidades” en la política PRO. Error. El PRO es un partido político, constituido por políticos profesionales, y que maneja las mismas categorías y conceptos que el resto de los partidos políticos del sistema.

Es posible que haya algunos elementos de realidad en esas caricaturas: efectivamente, vamos a encontrar más CEOs, oenegistas, ricos y gente que respira en el PRO que en el Sindicato de Obreros Marítimos Unidos. Pero la verdad subliminal que esas imágenes nos transmiten es el inevitable fracaso de la gestión política de Macri. Porque si los dirigentes del PRO “saben menos de política que yo de capar monos” (Moyano dixit, sin llegar a explicarnos qué es capar un mono), si “no tienen gente” para ocupar los cargos, si desconocen lo más elemental de la administración de un Ministerio o si son incapaces de entender que todo ajuste económico conlleva malestar social, entonces son incapaces de intervenir en lo político.

El camino de negación del PRO como partido con los pies en la tierra es la fase superior del largo proceso de subestimación que los macristas vienen disfrutando desde sus comienzos porteños. Macri ya lleva más de 20 años de carrera política -asumió en 1995 como presidente de Boca-, y queda muy complacido cada vez que lo definen como un ingenuo recién llegado. Lo mismo aplica a buena parte de los dirigentes que lo acompañan, quienes aprovechan toda oportunidad disponible para recordar al mundo que se iniciaron en la crisis de 2001 -de la que pasaron ya 15 años, nada menos. La identidad fundacional del PRO dice que es un partido nuevo, novedoso, novel e innovador, y piensa regresar a ella cada vez que pueda. Ser novedad implica, naturalmente, ser algo diferente de la política tradicional, sea lo que fuere que eso signifique. Cada vez que un kirchnerista emocional repite que el PRO es un globo efervescente o frase similar, está trabajando gratis para la comunicación amarilla; uno de los méritos del PRO ha sido lograr que su relato sea militado por sus mismos antagonistas.
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Mientras tanto, el PRO viene haciendo política en formas no muy diferentes a las que conocimos en estas tres décadas democráticas. Algunos de sus dirigentes -Michetti, Vidal, Esteban Bullrich- aprendieron todo lo que saben en tiempos de la administración porteña. Otros -Santilli, Rodríguez Larreta, Monzó, Frigerio, Angelici, Patricia Bullrich- ya traían experiencias de otros partidos. En el arranque hubo una decisión fundamental, y sin dudas inteligente: el freno a la coalición propia. Mauricio Macri, tras haber nombrado a la fiel Gabriela Michetti como compañera de fórmula, puso a Federico Pinedo como presidente provisional del Senado, y a Emilio Monzó como titular de la Cámara de Diputados. Toda una línea sucesoria leal, y de su propio partido. Si Dilma Rousseff hubiera hecho lo mismo, en lugar de encomendar sus espaldas a una banda de conspiradores, hoy seguiría en el Planalto. Entregó poco a sus aliados radicales y lilitos, y así y todo, los tiene siempre a su lado. Algo está haciendo bien.

En los intensos cinco meses siguientes, atravesó una serie de pruebas complicadas. Debutó demostrando que no le va a temblar el pulso si tiene que firmar un decreto de necesidad y urgencia, o el veto a una ley del Congreso, para que todos sepan que está dispuesto a utilizar a fondo las facultades que le confiere la Constitución. E inició una serie de conversaciones multilaterales y bilaterales con gobernadores de las diversas fuerzas políticas, sacando y devolviendo cuotas de coparticipación, y otorgando adelantos financieros de la misma a las provincias más gentiles. El Tesoro tomó deuda con la misma ANSES, a tasas sustancialmente más bajas de las que ofrece el mercado, para garantizar que todo funcione bien. Sí: estamos hablando de Mauricio Macri, no de Néstor Kirchner. 

Las diferencias, en otros planos, son grandes. Hubo un arreglo con los buitres, y un ajuste fiscal. Con la misión política, impartida por el propio presidente, de no ajustar más allá de lo que la población estuviera dispuesta a aguantar. Hubo episodios particularmente dolorosos, como la destrucción de empleo público y privado o los aumentos en el transporte, que implicaron una caída en la popularidad -hoy mide algo por debajo de los votos que obtuvo en el ballottage. Apenas las encuestas muestran el impacto del costo político asumido, Macri reacciona con una “agenda social”, que se compone de la devolución del IVA a sectores vulnerables y el aumento de las asignaciones familiares, aún a sabiendas de que compite con una oposición peronista que representa mucho mejor estas demandas. No obstante, da la impresión de que el objetivo del gobierno no es competir con los sindicatos y el peronismo por la expresión de los sectores populares -construir “un nuevo peronismo”, como se ha escrito- sino algo más modesto: diluir la cuestión social que se avecina.

El proceso político de la “ley antidespidos” (prohibición de despidos por seis meses, doble indemnización) es una muestra de ello. Tras la media sanción del Senado por amplia mayoría (49 votos a favor, 15 en contra para la votación en general) el pasado 27 de abril, y la aprobación en Diputados de hace algunas horas (145 votos a favor, 3 en contra, 90 abstenciones), ahora estamos a la espera del veto presidencial. El primer round de la dilución fue la sesión especial que había convocado el Frente para la Victoria para tratar el proyecto que habían girado los senadores, y que fracasó por falta de quórum: sólo se hicieron presentes el FPV, el Bloque Justicialista (Bossio), Libres del Sur, Proyecto Sur y otros menores, totalizando un centenar de diputados. El interbloque Cambiemos no bajó, y también logró que no se reporten los del Frente Renovador, Partido Socialista, GEN y Frente Cívico de Santiago del Estero, dejando al FPV lejos del número mínimo necesario de 129 legisladores. 
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La ley que finalmente aprobó la Cámara baja tuvo el apoyo de Massa y Bossio. Esta ley fue el primer ensayo de un proyecto originado desde la oposición a Macri. No es tan importante desde sus consecuencias socioeconómicas, que son menores. Lo que se midió en Diputados fue de orden político.

La iniciativa surgió de los sindicatos y los diferentes bloques peronistas, que tienen pocas diferencias cuando se trata de la agenda social. Es en esos temas cuando oposición partidaria tenderá a acercarse cada vez más, como ya viene ocurriendo con el sindicalismo. Y eso Macri no lo puede evitar, porque el ajuste es para él prioritario y la emergencia de lo social es la consecuencia natural. Por lo tanto, su gestión política consiste en morigerar el efecto, aprovechando las fisuras existentes entre las diferentes corrientes del peronismo y evitando confrontar con los líderes sindicales.

Para cada uno de los actores que participaron de esta trama, el proyecto tuvo significados políticos propios. Para los sindicatos nucleados en las tres CGT y las dos CTA, hoy aliados y negociando la unidad, es la forma de dar una respuesta a los trabajadores preocupados por el fantasma del desempleo. El proyecto de ley, que los sindicatos iniciaron, se transformó en una bandera por partida doble: ante los trabajadores, que los sindicalistas representan, y una consigna que unifica a las diferentes centrales. Para los empresarios, se trata de una regulación abusiva, que conspira contra el “clima de negocios” que se comienza a gestar, aunque sólo podría afectar a algunos sectores empleadores intensivos, ya que sus efectos están atenuados por la corta duración de la norma de excepción. Para el FPV – PJ, el bloque con mayores compromisos sindicales, este proyecto fue además una oportunidad de demostrar su poder de fuego en el Congreso: el peronismo oficial inició la votación en el Senado, y buscó replicarla en Diputados.  En cambio, para el Frente Renovador fue clave hacer sentir su capacidad de posición de arbitraje en el Congreso. Sergio Massa tiene compromisos con los sindicatos, pero su principal objetivo es que si sale una ley lleve su sello y firma.
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En este contexto, el gobierno quiso varias cosas distintas al mismo tiempo. Lo primero, lo más importante, fue borrar la idea de que la Argentina está en una crisis ocupacional. La popularidad de Macri sigue en riesgo mientras continúe la insatisfacción socioeconómica. Y para Marcos Peña la medida del triunfo fue sacar esta cuestión de los medios y la opinión pública. Lo segundo fue tratar de no quedar afuera de la iniciativa social, y ello explica el rápido acuerdo firmado por un grupo de empresarios, o el voto de abstención. Y también, ya que estamos, aprovechar la oportunidad para confrontar con la oposición (Massa incluido) y responsabilizarla de afectar las chances del “segundo semestre” con una ley inoportuna. La mayoría de la opinión pública ve con buenos ojos una ley proteccionista del empleo y los sindicatos la están pidiendo. La última encuesta de la consultora Observatorio Electoral (medición telefónica, nacional, 1100 casos, de la primera semana de mayo) mostró que el 54% de los argentinos la respalda. Por eso termina imponiéndose; el “triunfo” político al que aspiraba el gobierno del PRO pasaba por otro lugar.

No faltaron, en tanto, las dificultades. El gobierno que encabeza Mauricio Macri no es una CEOcracia, pero participan de él grupos de personas provenientes de mundos alejados de la política, que probablemente sufrirán bajas en la primera reestructuración de gabinete ampliado. Los que “hacen política” en el Congreso y las provincias, los que tratan de proteger la popularidad presidencial en el contexto adverso de un giro ortodoxo, son las figuras más destacadas del gobierno, y las que acompañarán a Macri hasta el fin de la gestión. Se avecina un segundo semestre difícil, que no traerá bienestar bajo el brazo: en materia de inflación, el Banco Central no publicó metas para el segundo semestre en su informe de mayo, y Sturzenegger dijo en el Senado que su programa de metas arranca recién en septiembre, todo lo cual sugiere que el propio gobierno está moderando sus propias expectativas. Tampoco podrá seguir aprovechando el argumento de la “herencia recibida”, con el imperativo de mantener la popularidad en niveles aceptables y el horizonte de las elecciones de medio término aproximándose. Elecciones que traen aparejado un problema inédito: el oficialismo, por su reducido tamaño organizacional, no tiene buenos candidatos para competir. Allí, los Frigerio, los Monzó, los Angelici, los Rodríguez Larreta, los  Peña que gestionan la política PRO no podrán aportar demasiado, pero sí ayudarán con lo que saben: aceptar la realidad tal cual es, sacar el máximo de lo mínimo, sentarse a negociar con los de enfrente. Y salir a flote.
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jueves, 26 de mayo de 2016

CAMBIARON -- Martin Rodriguez en Revista Crisis


cambiaron
Martín Rodríguez escribe sobre “Cambiamos”, el diario de
campaña de Hernán Iglesias Ilia, funcionario en comunicación
 estratégica del PRO.
ILUSTRACIONES: MARIANO LUCANO
19 DE MAYO DE 2016
crisis #24

Quizás el mayor hallazgo de “Cambiamos”, el libro de Hernán Iglesias Illa,
 sea su capacidad de modular el inconsciente de una nueva burguesía sublevada:
 el pasaje que fue haciendo una elite de ex jóvenes desde la vida privada a la vida
pública a partir de la “crisis” y los instrumentos de un nuevo conocimiento de
 esa sociedad. Iglesias Illa conoce a su jefe, Marcos Peña, en un asado en
Palermo en 2002 y le impresiona su desafío verde: construir “lo nuevo”
 con Mauricio Macri. La usina de esa construcción es la Fundación Pensar.
 Si Durán Barba se ufana de algo es que ellos “investigan” la sociedad.
Los focus groups y las encuestas los obsesionan porque les permiten llevarse
 la sociedad a sus casas, esa sociedad que imaginan cada vez más libre, menos
 atávica con las tradiciones políticas. De este modo, las acciones que más se
 repiten en el libro de Iglesias Illa son reuniones: en Parque Patricios, en el Botánico,
 en el subsuelo de Balcarce, reuniones de cuatro, de cinco, de siete, de dos, a
 veces con Macri, a veces con los “halcones” de la economía, casi siempre solos.
 El libro “Cambiamos” dice que cambiaron ellos, enuncia para adentro
el virtual aprendizaje “democrático” del PRO originario. Porque es un experimento
 doble: lo que proyectan sobre la sociedad y lo que proyectan sobre sus políticos
 (Macri, Vidal, Larreta). Es la historia de la prehistoria: de cómo llegó Macri
 al poder, su recta final y el triunfo de ese “laboratorio” por sobre todos
 los otros laboratorios que se cansaron de subestimarlos.
una felicidad engañosa
Iglesias Illa es un periodista y escritor devenido en consultor, que revela a
 cuentagotas y día a día, en una escritura minuciosa y tramposa, el secreto
 de esta Coca Cola electoral llamada PRO. ¿Por qué tramposa? Porque nos
 confunde: no sabemos si son o se hacen. “Cambiamos” muestra el diario
íntimo de una campaña donde cumplieron una prueba imposible: derrotar
 al peronismo sin el peronismo. Iglesias Illa es un luterano de Jaime Durán Barba
 y de su apóstol: Marcos Peña. Son los luteranistas del liberalismo argentino
 ortodoxo. “Jaime” y “Marcos” (así los llama) evangelizaron una tropa capaz
 de imprimir mística, discurso, repentismo, contacto directo (vía Facebook)
y una convocatoria de voluntarios que estuvo fuera del mapa de casi todos los
radares académicos: ¿de dónde salieron los miles de jóvenes que quisieron ser fiscales
 para Cambiemos? La euforia con la que está escrito “Cambiamos” intenta
retener la zozobra de un triunfo electoral sobre el peronismo cuya decodificación 
algunos amigos de izquierda también gozan. Es decir: en la derrota electoral del
 peronismo el PRO, y también parte de nuestra izquierda, viven la celebración
 de una desterritorialización del voto, un nuevo resquicio crítico por el que respira
 el 2001 en la política argentina, una “revolución de la gente”. 
La política de los antipolíticos, o, en palabras del autor, una “contracultura”. 
Si vivimos estos días colgados de “viejos salarios con precios nuevos”, también
dirán que aún vivimos sobre “viejas estructuras con tiempos nuevos”. Pues bien:
el libro acaba de ser editado, y no lo leemos sobre el clima triunfal sino sobre el
 clima de gobierno: despidos, devaluación, baja de retenciones, liberación del cepo
 (con un dólar teñido de azul), negociación con los fondos buitres, y un largo
etcétera. Y entonces lo leemos en este contexto ardiente bajo esa trampa:
 algunos prejuicios que Iglesias Illa dice que se proyectaron sobre el PRO en la
 campaña del miedo se terminaron confirmando. Ese “destiempo” del libro es ya
todo un resultado.
Hay algo que decir del tono: la excesiva distinción con que trata a Marcos Peña
 -siempre tiene la respuesta justa, el ánimo templado, el mail componedor-
 también se presume como pequeña astucia: Iglesias Illa sobresale con este libro
 de lectura imperiosa, y ese sobresalto debe ser auscultado en un reconocimiento
constante a la autoridad política de Peña. Porque para esta religión soft podría
no haber nada peor que parecer más inteligente que sus jefes.
tiempo de revancha
El libro es, también, un relato de venganza. En palabras del autor: la venganza de
 los nerds de la antipolítica contra los politizados pasados de rosca (dentro y fuera 
del PRO, porque el PRO también tiene sus políticos clásicos) que siempre los
 trataron como a monaguillos a los que a la larga había que explicarles la verdad
 de la milanesa. Illa escribe contra los politólogos y etnógrafos del peronismo
 bonaerense, contra los consumidores de House of Cards, contra los quintacolumna
 de la realpolitik, contra los radicales del “partido centenario” que quieren
escribirle “la Plataforma de Cambiemos” (cuenta con crueldad los detalles
 de esas reuniones literarias con los correligionarios), contra los Levy Yeyati y 
CIPPEC y todos los campeones nacionales del “hice campaña por el otro candidato
 pero voté por usted”, contra los pobristas, contra los cicerones del clientelismo,
 contra los massistas que se hacían gárgaras de bala esperando el momento en que
 el PRO aceptara la inevitabilidad del acuerdo con Massa, contra los decanos de la
 Di Tella que les “dan línea”, contra los sensibles de la UCA que sobrevaloran
 los gestos del Papa, contra los progresistas que creían que gracias a Cristina 
y los peronismos provinciales tenían al electorado cautivo, contra esa fauna
famélica de sentido que hizo de la política un manual de estilo: rosca, derpo,
 territorio, punteros, batalla cultural, y siguen las firmas. Illa escribe contra el
 peronismo. Pero su libro es también un libro contra el PRO, explicado como la
 proeza de haber hecho algo nuevo con algo tan viejo: con un empresario joven,
 mañoso, autoritario, fóbico, prejuicioso e incapaz de identificar y romper los 
prejuicios que produce, insensible, hijo de la patria contratista que odia al Estado
 y a su máquina de distorsionar una economía argentina siempre a “liberar”.
 La humanización de Mauricio Macri, el logro “milagroso” de Durán Barba y los
 suyos, una década afinando la psicología de su caudillo cheto, también es la
 batalla por imponer el mantra del gradualismo porque, se insiste veinte veces
 en el libro, para Durán Barba “de un ajuste puro y duro no se vuelve”.
gradualismo o barbarie liberal
Una de las piezas clave del libro acontece el miércoles 8 de julio. Esa mañana, 
Jaime entra al subsuelo del Hotel 725 y les dice a los suyos “Yo por mí tiraría una
granada aquí”. ¿Qué pasa esa mañana de invierno en el subsuelo de ese hotel? Una
 prueba de fuego: deberán convencer a los economistas del peligro de no ser
 gradualistas. Iglesias Illa escribe con esperanza: “Como embajador de Pensar
 en la campaña y embajador de la campaña en Pensar, llevo varios meses
 tratando de convencer a ambos de que están más cerca de lo que creen: ni los que
 hacen los planes son unos fríos tecnócratas que desprecian las restricciones políticas
 ni los estrategas de la campaña son unos ogros del marketing que desprecian
 las restricciones de la realidad.” Durán Barba no les pide que mientan (“porque se
 nota”), les pide que crean en “eso”. ¿Qué es eso? El gradualismo. “Si llegamos al 
gobierno y tomamos medidas antipopulares, nos vamos a tener que ir
 nadando a Montevideo”, dice y se ríen. Es una paradoja: mientras los cuadros de
 Pensar profesan la existencia sólida de lo que Durán Barba llama el “nuevo
 elector” (un virtual 80 por ciento de personas que votan lo que se les canta),
 su movimiento tiene certezas desesperadas: en Argentina nadie se baja de los
 privilegios. Ni el “milagro coreano”, ni el “modelo chileno”: el único equilibrio
 argentino posible es un equilibrio de tensiones dentro del capitalismo, pero
 no una normalidad capitalista. El gradualismo utópico de “Cambiamos” sostiene
 la lucha por una nueva racionalidad como si la moderación de sus políticas solo
 partiera de un cálculo comunicacional y no de una realidad: la estructura social
 argentina, la fuerza social, los niveles de sindicalización y organización que 
presentarán (y que están empezando a presentar) batalla, la institucionalidad
 democrática (¿qué son las paritarias o la movilidad jubilatoria sino instituciones?)
 y los desequilibrios de una economía con viento de frente.
no los dejen solos
Cambiamos” funda la épica de las asesorías argentinas porque su libro tiene el
 ritmo de las pulsaciones duranbarbistas: el PRO es un partido político de políticos
 a los que no se los puede dejar solos. No se los puede dejar sin red discursiva.
Ni Macri, ni ese otro gran personaje secundario que es Miguel Del Sel, pueden
 correr el riesgo de la improvisación porque “piensan mal y hablan peor”.
Los asesores y ghost writers del PRO hacen a los políticos. Lo saben y les encanta
que se sepa: Iglesias Illa formula una nueva mitología política en base al “afuera”
 de la política no solo por el supuesto fracaso de la política clásica sino porque sus
 políticos no tienen nada adentro. El vacío de estos personajes públicos es la
 “oportunidad”. Hay una escena: en un almuerzo para contener a Miguel Del
Sel le preguntan por qué está ahí, por qué se postula, por qué quiere “ser”: y el
 humorista dice después de un largo silencio que porque “odia la corrupción”.
La escena es tensa no por la emoción de su respuesta (describe que se le llenaron
 los ojos de lágrimas), sino por el esfuerzo al que obliga la pregunta: ¿tiene una
respuesta Miguel Del Sel? ¿Las lágrimas no ocupan también ese vacío desolador,
la ausencia de una respuesta que lo mortifica?
El macrismo tiene otro relato, pero ese relato no resulta el negativo del relato
 kirchnerista. El relato macrista sugiere la desintegración de cualquier relato, la
fumigación sobre los resquicios de densidad simbólica que haya dejado el
 paso del kirchnerismo por el poder. Es la operación de los billetes: cataratas por
 próceres, ñandúes por próceres. Turismo por historia. Es decir: economía. El
 macrismo pone un perro a juguetear en el sillón de Rivadavia porque entiende
 que su problema no está en reivindicar a tal o cual personaje histórico, no es la
 vuelta del liberalismo, no es reemplazar a Luis Alberto Romero por
Norberto Galasso, sino la disolución del debate mismo. ¿Pero hay relato? Hay relato.
 ¿Y cuál es? Es la economía. Si el peronismo nos quería felices (quería niños felices,
 niños que reciben los regalos de Evita), si el kirchnerismo nos quería intensos
 (jóvenes que aprenden a leer a Clarín y se reclutan como militantes), el macrismo
nos quiere alegres. La alegría es inmaterial. La alegría, como figura en esa hada
 madrina llamada Wikipedia, “se simboliza con el color cian o amarillo, este
 también se compara con optimismo o placer, porque si hay alegría hay
optimismo”. El kirchnerismo, para encubrir sus fallas en la economía o para
 ampliar la medición de su “éxito”, proponía algo más que economía. Proponía
 memoria (museos, televisión educativa), cultura gratuita (CCK, Tecnópolis).
 El Estado podía ser parte de la oferta de consumos, por lo menos en las ciudades
 y sus periferias. Un Estado paralelo, que competía con el mercado. El PRO te quiere
dejar en paz, te saca lo más que puede el Estado de encima y entonces: solo tiene
 para ofrecer economía. En esa fortaleza anida su debilidad: ¿tendrá economía 
para todos?
Por lo pronto “Cambiamos” es un libro de autoconsciencia liberadora de toda
 “culpa”: a Iglesias Illa le encanta subrayar el uso del GPS para moverse en el
 Gran Buenos Aires, la dieta paleo o las frutas y bebidas light de las reuniones,
 detalles que se imprimen como el negativo del “chori”, el “vino” o el mito del
parroquiano puntero que se mueve como pez en el agua del Conurbano.
 Porque dice: sí, somos los chetos nerds bailando Tan Biónica y no conocemos
 la jerga ni los yeites, pero les ganamos. La frase final es contundente: “Hoy
ganamos los boludos.” Pero para completar esa autopercepción primero
 completó la percepción de ese “otro” que podría ser cualquier nativo de clase media
 sobre-ideologizado y con una relación que suponen solo fetichista con la política. 
Y que además tendría ante el peronismo una fascinación defectuosa: lo adora 
por su oscuridad. El peronismo que se describe en “Cambiamos” supone que es lo
que los antiperonistas dicen que es. Es decir, el concepto que mi amigo politólogo
 Pablo Touzon talló como “goriperonismo”: que la conversión al peronismo
 supone la inversión positiva del discurso negativo gorila (un viva el chori
 viva el clientelismo). El “boludo” que usa Iglesias Illa para sí, en verdad, 
lo proyecta primero sobre los otros. De ese modo, el peronismo que gobernó desde
2002 y sacó a la Argentina de su peor crisis, se describe solo como el mapa de la
 mente de un politólogo que bardea en twitter y que se hace peronista porque ama
 la carne, la fiesta, el sexo y el mito.
En el extremo de esta lógica del “nuevo elector” que vota lo que quiere se pone 
en juego otro reto: si el “populismo para armar” de la década pasada intentó
 reconstruir la figura imaginaria del Pueblo achicando la Nación, esta nueva escena
social comprendida como una atomización radical amplía las fronteras de otro 
sueño imposible: ¿una política que hace todas las cosas “concretas” que la gente
 quiere? ¿Achicar el Estado y la Nación para agrandar al vecino? Entre el margen
de error mínimo que les arroja su economicismo, su vocación de desintegrar relatos
y su oferta del político-pastor que escucha a cada “vecino” contienen un trípode que
 parece espinoso: o frenan la inflación y generan empleo o se hunden.
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NO VAN A PODER CON ESTE PUEBLO... (Plenario en Villa Constitucion)

“No van a poder con este pueblo” del Blog de Abel

mayo 25, 2016
plenario sindical federal
Este plenario sindical fue el viernes 20, cuando yo todavía estaba afuera, y ya informaron sobre él La Señal Medios y el blog de Juan Salinas (lo recordaba Ana Lía Pujato en un comentario). Ah, y La Izquierda Diario, con una mirada crítica (lo ve kirchnerista y aparatista, además). No me extraña no encontrar una palabra en los medios comerciales, pero en los otros blogs del palo… Después se quejan si algunos hablan de “pequeña burguesía”…
Ojo. Tampoco se me da ahora por la agitación revolucionaria digital. No cabe exigir a otros que luchen, desde la comodidad del teclado de una PC. Pasa que aquí hay siglas, estructuras sindicales y lugares con una larga historia, y hombres que están poniendo la cara. Creo que vale la pena contribuir a divulgarlo. Además, en el día de la patria. Resumo la nota de Leonardo Martín que está completa en la página de la Corriente Político Sindical Federal.
Una ciudad emblemática como Villa Constitución, en el cordón industrial del sur de Santa Fe, albergó al Plenario Sindical Federal. Para darle mayor simbolismo y densidad fue en el auditorio que tiene la seccional de la UOM, el mismo sindicato y ciudad que fueron el origen de esa gesta obrera, “El Villazo”.
Año 2016. Vuelven a ser tiempos de resistencia, de búsqueda de unidad, de acercamiento de posiciones y de repensar estrategias para frenar los embates y las políticas profundamente antipopulares del Gobierno macrista. Decenas de sindicatos que integran la Corriente Político Sindical Federal, el Núcleo del MTA, la CTA y CGT regionales se dieron cita en Villa Constitución. El Plenario también tuvo la presencia del ex ministro de Trabajo Carlos Tomada.
Diferentes secretarios generales y referentes sindicales expresaron su preocupación, trazaron un análisis de la coyuntura política económica y sobre todo pensaron los lineamientos, la base  imprescindible, desde la cual debe trabajar el Movimiento Obrero. El lema del plenario fue “En defensa del trabajo y la producción nacional”. Todo transcurrió en la misma jornada en la cual Mauricio Macri con un gran cinismo vetaba desde Cresta Roja a la ley de Emergencia Ocupacional.
No hubo dudas en el diagnóstico de la situación. Enfrente hay un Gobierno que viene por los derechos laborales, que quiere rebajar “el costo” que significan los salarios, que busca flexibilizar a los trabajadores como ocurrió durante los años noventa. Para lograrlo y avanzar necesita quebrar a la resistencia que pueden oponer las entidades gremiales, el movimiento obrero organizado. Ese objetivo necesita de un  disciplinamiento  y avance sobre los trabajadores. Generar una fuerte recesión con un ajuste brutal, con la devaluación, apertura de importaciones, aumento salvaje de los servicios públicos y tasas de interés que alimentan la bicicleta financiera en desmedro de la inversión productiva. Un objetivo que necesita generar miles de desempleados, precarizar, recortar el poder de los sectores populares y de negociación de las centrales sindicales.  Quebrar las solidaridades internas, que permitan una restauración oligárquica en la Argentina.
La imagen del auditorio entero cantando “¡¡Paro Nacional, Paro Nacional!!” fue la mejor síntesis de lo expresado en el Plenario. Un paro que nace desde abajo, de miles de trabajadores que ven peligrar su fuente de trabajo y que aún tienen el recuerdo doloroso de los años noventa y del 2001. La coincidencia es que ese paro se está gestando desde las bases.
PRIMERAS CONCLUSIONES
La violencia y rapidez con las que actúa el macrismo con políticas antipopulares, desprecio del trabajo, desindustrialización y la situación de miles de trabajadores van a dar lugar a muchos más plenarios como el que se dio en Villa Constitución. Se va hacia una unidad porque hay una agenda común a la mayoría de los gremios que el macrismo se encargó de exacerbar. Pequeñas diferencias o quizás falta de coordinación en acciones tienen que ver con que hasta hace poco meses había un Gobierno en donde la unidad no era la mayor necesidad porque se protegía al empleo y a la producción nacional. Ahora las acciones son muy concretas en esa dirección. 
Se vienen tiempo de lucha, de resistencia y de enfrentar a un Gobierno y un poder económico que vienen por el salario de los trabajadores.Seintensificarán la cantidad de plenarios y de luchas conjuntas. Como en otras ocasiones de la historia de la Argentina, el Movimiento Obrero Organizado ayer dio una muestra más que se está preparando para dar la batalla”.
Participantes:
Jorge Berti. Intendente de Villa Constitución.
Josefina Gonzalez. Diputada Nacional FPV
Eduardo Seminara. Diputado Nacional FPV
Marcos Cleri. Diputado Nacional FPV
Abel Furlán. Diputado Nacional FPV. UOM Zárate-Campana
Carlos Tomada. ex Ministro de Trabajo.
Susana Ludmen. AMSAFE (Asociación del Magisterio de Santa Fe) Seccional Villa Constitución (Docentes)
Sonia Alesso. Secretaria General CTERA.
Cristina Zambrano
Pablo Reyner. Secretario DDHH CTA.
Carlos Ortega. SG SECASFPI
Agustín Bruera. SITRAJU República Argentina
Diego Latrónico – SITRAJU-CABA
Walter Correa. SG Curtidores.
Hugo Ortiz. SAdjunto. UOGC (Unión Obrera Gráfica Cordobesa)
Horacio Alcantara SATSAID
Victorio Paulon. CTA
Hector Ibarra. UOM VIlla Constitución.
Hugo Melo. UOM La Matanza
Fiondilli UOM Rosario
Horacio Ghilini SADOP (Docentes Privados)
Ezequiel Tosco. Asociación Gremial de Computación.
Beto Pianelli. Sindicato del Subte
Hector Amichetti. FGB
Jorge Thierbach. FGB
Manolo Sueiro. Adjunto ATE Capital
Marcelo Nono Frondizi. Gremial ATE Capital
Rodolfo Fernandez. Agrupación Jorge di Pasquale. Farmacia.
Coco Blaustein. Cineasta.
Roberto Avila. SG La Fraternidad Villa Constitución“.