jueves, 9 de junio de 2016

UNOS FUSILAMIENTOS... -- del blog de Abel

 hace 60 años

junio 9, 2016
goya
Buena síntesis la de El ortiba: “El 9 de junio de 1956 se produjo un levantamiento cívico-militar contra la dictadura (también cívico-)militar de Aramburu y Rojas, liderado por el general Juan José Valle. El levantamiento fue rápidamente abortado debido a que el movimiento había sido infiltrado y el gobierno estaba esperando a los insurrectos. La dictadura decidió efectuar un castigo ejemplificador y completamente inusual en la historia argentina del siglo XX, disponiendo el fusilamiento de los sublevados. Entre el 9 y el 12 de junio de 1956 veintisiete civiles y militares fueron ejecutados, algunos en fusilamientos clandestinos en una zona de basurales de José León Suárez, provincia de Buenos Aires“. Aquí lo amplía.
Me resulta difícil escribir sobre esto. No es mi usual, leve fastidio con los aniversarios. Es que ya inspiró algunas páginas que no se pueden olvidar. Las primeras, claro, fueron las cartas de Valle, a punto de ser fusilado, a su hija y a Aramburu. Resuena también la frase “Uno de los fusilados está vivo” que puso a Rodolfo Walsh en el camino de escribir “Operación Masacre” y a convertirse en cronista y actor de la tragedia argentina del siglo pasado. El poema “El presidente duerme“, de José Gobello, …
Quiero recordar también “Megafón O La Guerra” de Marechal, que en 1970 todos leímos y hoy está algo olvidada. Es una gran novela argentina, pero creo que no la seguimos leyendo, por un fracaso: en el personaje del general González Cabezón y su “juicio” quiso exorcisar con la risa los demonios del odio. No lo consiguió.
De los actuales, José Pablo Feinmann (no un autor con el que tenga muchas coincidencias) lo encuadra bien en ese momento: “La violencia del 9 de junio de 1956 debe entenderse –entre otras cosas, pero en un plano central– como una consecuencia del desplazamiento de Lonardi por Aramburu. Cuando los subordinados que cargan armas saben que en la cúspide la que ganó es el ala dura, los gatillos se vuelven fáciles. Lonardi, que proponía el diálogo con el peronismo, no hubiera abierto el paraguas político que pudiera dar cobertura a los asesinatos de junio, Aramburu sí. Una política de diálogo erradica la violencia, porque no la alimenta el odio ni la venganza. Fueron estas dos características las que ganaron al perder Lonardi. Rojas fue el que se encargó de trazar la línea Mayo-Caseros. Colocaba al peronismo en la “barbarie”. Aramburu hizo lo que hizo siempre el liberalismo con los bárbaros: atacarlos sin piedad. Si es necesario, como tantas veces lo fue, liquidarlos. Este es el encuadre político-conceptual de los episodios del 9 de junio: mano dura, peronismo=barbarie, la línea Mayo-Caseros encarna lo más puro y noble de la patria, no hay diálogo posible con los herederos de la línea histórica de los déspotas de la primera y la segunda tiranía. Y algo más, definitivo: castigo ejemplar, escarmiento“.
De todos modos, quiero señalar algo. Probablemente ya ha lo han hecho otros, pero es algo importante en lo que discrepo con Feinmann. Estos fusilamientos no son el punto de inflexión en el que se impone la barbarie “civilizada”. La decisión de matar por odio. El bombardeo a civiles en Plaza de Mayo el año anterior fue un ejemplo de locura asesina sin antecedentes y con pocos paralelos. Esas muertes tuvieron otro significado.
El fusilamiento de un general de la Nación, respetado, con prestigio en el arma no es más criminal que el de un pobre tipo que la policía “levantó” por error. Pero funcionó como una línea divisoria, definitiva, en el Ejército argentino, el “partido militar”, que a partir de 1930 y hasta 1983 funcionó como un actor central en la política argentina. Como toda fuerza política, tuvo alas. Muy imprecisamente, la “liberal” y la “nacional”. La segunda fue decisiva en el encumbramiento de Perón, por ejemplo.
Este fusilamiento funcionó, en forma consciente y deliberada, como un pacto de sangre entre los que lo avalaron con su acción o su inacción. A partir de ese momento, el ejército quedó comprometido con el antiperonismo, como ya lo estaba la marina. No había vuelta atrás. Creo que es uno de los vínculos entre esas muertes en junio de 1956 y la masacre enloquecida de los ´70.

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