José Cano, encargado de implementar el Plan Belgrano (en adelante, Plan Lamadrid), no tiene la más pálida idea de lo que sucedió con el NOA y el NEA en estos 12 años. Reconocer el histórico progreso de ambas regiones contradice la censura mediática neoliberal que pesa sobre la Argentina del Bicentenario, a la vez que borra de un plumazo el elevadísimo punto de partida que su gestión debería superar. En igual sentido, al presidente electo Mauricio Macri hablar de la magnífica evolución del norte argentino desde Néstor Kirchner a esta parte le interesa poco y nada. El mutismo y la mentira tienen su lógica: no vienen a continuar el plan de infraestructura más ambicioso y federal jamás realizado desde 1810, sino a desmantelarlo; no vienen a profundizar la inclusión del norte al resto del país sino a planificar su ordenamiento territorial y productivo en función de una Argentina dependiente, agroexportadora e inserta en la dinámica de los tratados de libre comercio con eje en el Pacífico (estrategia estadounidense). Regresan sobrecargados de su histórica y tradicional barbarie el centralismo y unitarismo porteños. Los fundamentos políticos con los que nos quieren introducir el Plan Lamadrid -analizados al final- no nos dejan mentir. Empecemos por recordarle al neoliberalismo el progreso inédito que el norte de la República viene registrando desde mayo de 2003.
Noroeste Argentino (NOA) 2003-2014
La región del NOA comprende las provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero. Sobra decir cómo se encontraban en 2003. En los últimos 12 años (a enero de 2015), esta región se expandió económicamente un 127% (promedio nacional: 106%), con Tucumán y Catamarca registrando los dos primeros mayores incrementos a nivel nacional. Todos los indicadores socioeconómicos mejoraron ostensiblemente: el desempleo se redujo del 20% al 5,8%, el aumento salarial creció 1277%, los hogares con gas natural y electricidad un 44 y 54%, respectivamente. Por su parte y consecuencia de la interconexión eléctrica del país y la renacionalización del gas en marzo de 2004 (comienzo del fin del saqueo gasífero a través de la reducción de las exportaciones a Chile), la demanda eléctrica saltó un 100% (promedio nacional: 91%) mientras que un 94% la de gas natural (promedio nacional: 93%). Santiago del Estero, la provincia recientemente agredida por el próximo ministro de Hacienda, protagonizó los máximos incrementos a nivel NOA en ambos sectores: 128 y 158% respectivamente. Por último y entre infinidad de mejoras, no podemos dejar de mencionar el espectacular incremento en el consumo de cemento, en el parque automotor y en la cantidad de empresas, entre otros, verdaderos indicadores de desarrollo genuino: 179% en el primero, 174% en el segundo y 70,5% en el tercero. En los tres casos, siempre por encima de la media nacional (cabe destacar que el crecimiento demográfico promedio del NOA fue del 14,6%).
Nordeste Argentino (NEA) 2003-2014
La región del NEA está conformada por Formosa, Chaco, Corrientes y Misiones. En el período analizado, las cuatro provincias experimentaron un incremento promedio del PBG del orden del 124%, teniendo el menor desempleo promedio por región: 3,3 por ciento. Destaca el NEA por haber registrado el incremento más importante en cuanto a demanda eléctrica a nivel nacional, con las provincias de Chacho y Formosa a la cabeza de las 23 provincias y 24 jurisdicciones: 132 y 130%, respectivamente. Consecuencia de ello, el servicio de electricidad en hogares saltó un 58% entre 2003 y 2014. En cuanto a la demanda de gas natural, cabe aclarar que dichas provincias carecen de servicio de gas natural por redes, privación que ha comenzado a revertirse gracias a la construcción del Gasoducto del NEA. Nunca antes desde la construcción del Gasoducto Comodoro-Rivadavia-Capital Federal (1949) que un gobierno nacional invierte tanto en esta materia. La continuidad histórica entre las grandes obras y el espíritu federal de los planes quinquenales con el plan de obra pública ejecutado por el kirchnerismo es mucho más que simple coincidencia. Volviendo al NEA, entre los indicadores de desarrollo que más evolucionaron al comparar entre distintas regiones figura el sector de la construcción (madre de industrias), con un consumo de cemento que en promedio se ha expandido un notable 250% (promedio nacional: 171%). Finalmente, debemos citar que el parque automotor se expandió entre 2003 y 2015 un 142%, y el número de empresas un 60 por ciento.
Irrigación vs derrame
Motorizado por el plan de infraestructura más importante que recuerde la historia, el norte argentino registró un progreso sin parangón desde la Revolución de Mayo. A diferencia del "derrame" neoliberal que prometía inversiones siempre y cuando la demanda lo justificara, desde 2003 el proyecto nacional en la Casa Rosada ha implementado la lógica de la "irrigación" (estratégico concepto cuyo autor es el ministro Julio De Vido): las inversiones, apuntaladas por el sector público, antecediendo la demanda y generando las condiciones para un desarrollo genuino y sostenible. Es así que, por ejemplo, los 24.500 millones de dólares invertidos en el Plan Energético Nacional permitieron llevar mucho más que luz y electricidad a las regiones y provincias antes postergadas: "irrigaron" obras, empleo, industrias, producción y calidad de vida. Ahora, con el Plan Lamadrid, el neoliberalismo promete una inversión de 16 mil millones de dólares para el norte argentino en diez años. La cifra es miserable, no sólo por su monto, sino porque a la misma debe restarse la eliminación del Fondo Federal Solidario (en 2015 distribuyó cerca 22 mil millones de pesos, como es sabido, claves en obras de infraestructura). Sin embargo, más que las cifras nos importa la política y la ideología detrás del Plan Lamadrid.
La lección del civilizado Quiroga
Gregorio Aráoz de Lamadrid nació en 1795, en Tucumán -como José Cano-. De actuación destacada en las campañas libertadoras, se volcó luego al Partido Unitario, siendo uno de los preferidos de Bernardino Rivadavia. En nombre de la burguesía comercial porteña participó en las aventuras del "Presidente de la ciudad de Buenos Aires" -como se mofaba el federalismo cordobés-. Con base en Tucumán y después de hacerse de la provincia golpe de Estado mediante -como infructuosamente pretendió Cano-, se enfrentó en sendas batallas con Facundo Quiroga durante las guerras civiles que la fracción porteña fabricó para doblegar al país autóctono y que culminaron décadas más tarde con la derrota de Francisco Solano López y la masacre del Paraguay. Lamadrid fue un elemento clave en el control de la Argentina profunda sublevada al libre comercio y la dependencia. Bárbaro y cobarde como otros de su calaña, paseaba a la madre de Quiroga cargada de cadenas por las calles de la capital de La Rioja, luego de una efímera victoria militar.
A la contrarrevolución, revolución
La barbarie rivadaviana y mitrista están presentes en todos y cada uno de los nombres que forman parte del neoliberalismo triunfante. Y más presente que nunca en los fundamentos del Plan Lamadrid elaborado, como ya hemos explicado en notas anteriores, para convertir al norte argentino en almacén y ruta de tránsito de una Argentina semicolonial inserta en la Alianza del Pacífico: "... El norte nos dio historia, cultura y naturaleza al resto de los argentinos. Nos dio identidad. Cuando pensamos qué quiere decir ser argentino, muchas veces pensamos en paisajes que vienen del norte, canciones que vienen del norte, recuerdos que vienen del norte. El norte le dio y le sigue dando mucho a la Argentina. ¿Qué le dio la Argentina a cambio? No mucho. Mucho menos de lo que el norte y su gente se merecían". Una verguenza para lo cual no existen palabras. La Argentina y el norte escindidas; la Argentina reducida a la pampa húmeda, como dejó en claro el bárbaro macrista Oscar Aguad, en declaraciones públicas días después del balotaje: "El centro del país votó favorablemente a Mauricio Macri, y el resto votó al peronismo. El centro de Argentina es el país que produce, el norte y el sur viven del clientelismo popular". Vicente López y Planes denominó a la era rivadaviana (1811-1827) como un período contrarrevolucionario, período de inmenso "progreso" para el proyecto político semicolonial, es decir, la felicidad y realización de las clases dominantes de Buenos Aires y Gran Bretaña. Contrarrevolución es lo que intentará arrasar con la Argentina del Bicentenario. El Plan Lamadrid constituye uno de sus pilares. No habrá manera de sostener las conquistas sin la regeneración de un gran y revolucionario frente nacional, que desde el Frente para la Victoria organice al pueblo para responder los golpes del nefasto unitarismo en su versión contemporánea, pro-estadounidense, pro-buitre, profundamente anti-popular y suramericano. «