lunes, 26 de enero de 2015

CABEZOTA ARGENTINA, ANDREA BRAGAS, NANO-TECNOLOGIA, NANO-CIENCIA

ANDREA BRAGAS, CIENTÍFICA REPATRIADA

“Volví cuando me escribieron: ‘Te saludo desde la Nueva Argentina’”

Dejó una carrera exitosa para retornar al país. Sus críticas a Macri y su convicción: “Sostener a la ciencia y a la tecnología ya es política de Estado.”

“Volví cuando me escribieron: ‘Te saludo desde la Nueva Argentina’”
Ciencia hoy - Bragas es especialista en nano-tecnología y nano-física, dos áreas que le permiten desarrolarse en el país - Foto: hernÁn mombelli
Regresaste después de que te fuera muy bien laboralmente en el exterior, es un verdadero orgullo que hayas regresado, que hayas tomado esa decisión, junto a tantos científicos repatriados…
–Con la Red Raíces ya estamos cumpliendo casi diez años de repatriaciones, y a lo largo de los años ha ido cambiando. No es lo mismo la época en la que yo volví (que fui de las primeras) que ahora, en la que los chicos que están volviendo se formaron dentro de esta década, donde ya una estabilidad está asegurada. El problema no era ni es irse. Dentro de la carrera de un científico, irse por un rato es muy buena cosa, porque te da otra visión, te da una amplitud de criterio, ves cómo se trabaja en otros lugares, forma parte del aprendizaje. El problema es poder volver, que hoy en día, para los que recién se empiezan a formar, no constituye un problema, como sí lo fue en los '90, y antes.
–Hoy el país retiene a sus científicos…
–Exacto. Dio vuelta la flecha, más que retenerlos. Trata de traerlos. Volviendo al Programa Raíces, tiene otras cuestiones: hay científicos que no van a volver (una vez que pasaste 15 o 20 años afuera es difícil que vuelvas). Pero tenemos un contacto muy fluido con esa gente. Yo he utilizado mucho un instrumento que hay en el Programa Raíces, que es traer a investigadores y científicos argentinos a dictar cursos, a interactuar con nosotros. Yo he traído a cinco personas. Es mucho más fuerte que la repatriación. La ciencia y la tecnología ya son una política de Estado, pero siempre a algunos se les escapa y vuelven para atrás.
–Como a Macri…
–Sí, como a Macri, pero para la mayoría ya es política de Estado sostener a la ciencia y a la tecnología.
–¿Qué son la nano-tecnología y la nano-ciencia?
–Más o menos la misma cosa, con una pequeña diferencia: la nano-tecnología es lo aplicado a problemas concretos y la nano-ciencia o nano-física, es la ciencia básica más amplia. En la nano-ciencia se estudian esas escalas muy chiquitas, más chiquitas que lo uno puede ver, las moléculas, millonésimas parte de un milímetro. Para que te des una idea, un cabello tiene unos 100  mil nanómetros. Un glóbulo rojo, 5000 nanómetros. En esos tamaños, las propiedades de la materia son diferentes para la fabricación.
–¿Qué se puede fabricar de ese tamaño?
–Por ejemplo, el celular o la computadora que estás utilizando. La distancia entre dos elementos de un chip en una computadora, es de 20 nanómetros, y aún se lo quiere achicar. La nano-ciencia se estudia hace mucho pero tecnológicamente tiene que haber cada vez más y más avances. Ese es un aspecto, que tiene que ver con la miniaturización. Hay toda otra vertiente que tiene que ver más con sensores, sensores de todo tipo, pero en particular de biomoléculas.
–¿Y la nano-robótica?
–Es una parte, como la nano-medicina. Está en pañales aún, pero se trataría de llevar a distintas partes del cuerpo distintos tipo de medicaciones, por ejemplo encapsulando una droga y mandándolo adonde debe llegar.
–Lo que hace 20 o 30 años creíamos ciencia ficción, como aquella película en la que le ponían en el cuerpo, a través del torrente sanguíneo…
–Exacto. Esa película es muy usada en las presentaciones. Parecido a ello, está el estudio a nivel molecular de las enfermedades. Ya no a nivel celular, sino molecular. Qué hace la molécula en determinados casos. Y nosotros en laboratorio desarrollamos herramientas ópticas para poder ver eso.
–¿Cuando elegiste esto por qué fue?
–Decidí inicialmente por la física, a los 17 años. La cuántica, la ley de gravedad, el abc de la mecánica cuántica. Después, la nano me surgió cuando empecé mi doctorado, casi por azar. Me gustó un tema, fui, apliqué, le gustó a mi primer director, y me enganché.
–¿Estás dando clases?
–Sí, soy Profesora del Departamento de Física de Exactas de la UBA, que funciona en Ciudad Universitaria. En Exactas, es donde hay más cargos con Exclusiva, lo que quiere decir que hacemos Docencia, investigación y extensión universitaria, lo que significa que debemos explicarle a la sociedad lo que hacemos y/o hacer trabajos que involucren a la población en algún sentido. Damos muchas charlas y cursos para alumnos y profesores secundarios, problemas de control de plagas y demás.
–Estuviste en la Universidad de Michigan. ¿Con qué te encontraste allá?
–La Universidad de Michigan tiene su Campus emplazado en un pueblito que se llama Ann  Arbor, que es una especie de isla dentro de un Estado muy conservador. Vivir en EE UU en una época en que estás estudiando y perfeccionándote en un campus, no es lo mismo que estar viviendo en EE UU a secas. Un 45% de la gente es universitaria.  El Campus tiene 1200 casas de estudiantes, es una universidad estatal amistosa en el trato con su gente e incluso con los extranjeros. Buenos recuerdos. Lo demás, tiene que ver con imaginarse vivir ahí más de cuatro o cinco años. Eso es diferente, y le ha pasado a mucha gente cuando no pudo volver. A nadie se le ocurriría mandar a lavar los platos a los científicos. A Bush se le ocurrió alguna cosita, como sacarles presupuesto a las estatales, pero… porque allá que sean estatales no significa que sean gratuitas: allá todo el mundo paga. Tienen fuentes de ingresos: allá es muy probable que una universidad ponga su dinero en la Bolsa. Está Michigan, que tiene un equipo de fútbol, tiene mucho ingreso y lo trabaja en la Bolsa. Creo que sólo un tercio de sus ingresos es por matrícula, y el resto es aporte del Estado y lo que se pueda recaudar.
–Allá por el 2003 estando en Michigan recibiste un mail, entre muchos otros, de un colega que te decía: "te saludo desde la nueva Argentina". ¿Qué te pasó con eso?
–Me conmovió totalmente. Y encima soy bastante llorona. Teníamos una red de argentinos en el exterior, que siempre existió, se iba renovando. En el 2003 empecé a recibir esos mails, de gente que hablaba de la nueva Argentina. Esa época fue de muchísima esperanza, donde pensaba que las cosas habían cambiado, y  me preguntaba cuánto durará.
–Otro mail te decía: "Estoy cautamente optimista: no olvides que estamos más pobres que cuando te fuiste aunque con los pies sobre la tierra"… Un gobierno que los mira, que los tiene en bitácora, después de tantos gobiernos horribles, ¿no?
–Algo que es muy fuerte en este gobierno, y que lo siento en lo mío y en todo, es la palabrita inclusión. De repente, te sentís incluido, te sentís parte, sentís que es posible que trabajes hacia lo que toda la vida quisiste. Te pone feliz, te da ganas. Y en muchas otras tantas áreas sucede.
–Hay un investigador, muy buen comunicador, que hizo un libro sobre la historia atómica del país. Y él rescataba la memoria histórica de lo que fue el desarrollo nuclear argentino. Hablaba de Sabato (hermano del escritor) que allá por el '54 empieza a desarrollar lo bosquejado previamente en los gobiernos peronistas, que llegó a su pico en el gobierno de Frondizi. Decía que muchas veces la mirada del científico argentino es hacia el exterior, y sin embargo, hay textos de Sabato más de avanzada que la academia anglosajona. Son muy pocos los países capaces de fabricar reactores nucleares.
–Exactamente. El club de los nucleares es muy chico. Y también son pocos los capaces de generar combustible nuclear. Hablamos de memoria histórica: el INVAP existe desde los años '70, pero pasó de tener 40 empleados a tener más de 1000 fijos, de acuerdo a las diferentes épocas. En el caso nuclear, fue por cuestión estratégica, donde se mantuvo cierto núcleo de gente. En otras áreas, se ha desvastado terriblemente. Lo que creció Argentina en el tema ciencia fue maravilloso, hasta el '66 con la Noche de los Bastones Largos. La historia argentina es una historia de resistencias. A pesar de las grandes devastaciones, se ha conservado una memoria histórica impresionante. La ciencia argentina tiene un nivel muy alto, y como además la ciencia es universal, vos das a conocer tus avances al mundo, por eso llevarse al científico afuera es muy fácil,  no tenés que dar validaciones. Vos podés hacer ciencia en cualquier lugar del mundo.
–¿Por qué creés que en tres momentos históricos, con sectores reaccionarios –Onganía y su represión, la dictadura cívico- militar y el neoliberalismo– se devastó el desarrollo científico nacional?  
–Hay una frase muy linda de Lino Barañao que dice que los científicos a lo largo del tiempo o eran peligrosos o inservibles. Peligrosos, en la época de Onganía, políticamente peligrosos. Luego fueron económicamente peligrosos, en los '70, con desarrollo de la industria electrónica, y en el '76 se abortan todos los programas vigentes, con la calculadora CIFRA incluida que competía con la TEXAS INSTRUMENTS, y recién ahora hace dos años se abre una industria electrónica en Chascomús –Unitec Blue– y empezamos de nuevo a fabricar los chips para la SUBE y demás.
–¿Creés que estas políticas estaban vinculadas a la geopolítica internacional, cuando se dividían el mundo? Que Argentina sea un país proveedor de materia prima…
–Exactamente, y todo lo demás estaba de más. Y nuevamente por un milagro de la memoria histórica  seguimos siendo capaces en muy pocos años de hacer algunos aportes interesantes. No son los mismos que si hubiéramos sostenido el desarrollo por 40 años, pero se ve en diez años una diferencia notable.
–¿Qué crees que aportan la ciencia y la tecnología al PBI de un país?
–No tengo números, es difícil calcular eso. Pero para dejar de ser un país agroexportador, tenés que tener ciencia para poder agregar valor a los productos. La presidenta lo dice todos los días. ¿Cuánto le agrega? Hay mercados muy tecnológicos y quizá puedas calcular. Leía el otro día que  el mercado tecnológico aporta 75 millones de dólares, pero es difícil, porque el capital es mucho más que lo que le aportás al PBI en forma directa. Hacer sostenidamente ciencia, con científicos que respondan preguntas que tienen que ver con la curiosidad, y además aplicarlo a problemas concretos, de acuerdo a las políticas que aplique el país.
–Terminales automotrices. Cada vez que la industria crece, necesitamos importar más, y paralelamente muchas veces desarrollos tecnológicos de afuera, como las computadoras de los autos, que se pueden hacer acá.
–Por eso se definen políticas y pautas y metas, porque no creo que podamos hacer todo. Tenemos que elegir qué hacemos. Somos apenas 40 millones, poca gente, un porcentaje chico de científicos incluidos. Tenemos que elegir soberanamente qué hacer y dentro de un plan integral, con poca gente. 
–¿En qué cuestiones puntuales o áreas deberíamos enfocarnos con los esfuerzos de la ciencia como país?
–Te voy a dar mi opinión personal, pero el Estado ha definido áreas prioritarias y metas para lo que se llama Argentina 2020, cada Ministerio lo ha hecho y en especial el de Ciencia. Algo que me parece especial es el del tema de la agroindustria, referido especialmente al agro, a los cultivos, al mejoramiento del rinde que tiene que ver con la biotecnología, remplazar a los plaguicidas por biotecnología. Eso es agregar valor a lo que tenemos dado, la tierra y su fertilidad. Salud, es otra. Tenemos una ciencia biomédica que está  muy avanzada en todas las áreas: desde estudiar enfermedades desde la molécula hasta la clínica. Tenemos tres premios Nobel en ciencia médica. Es un área muy desarrollada. Los avances recientes, con un gran descubrimiento de un biólogo argentino –Rabinovich–  que descubrió cuál es el mecanismo molecular a nivel de la célula infectada donde hay una proteína involucrada. También una vacuna contra el cáncer de pulmón, de hace poco, junto con médicos cubanos. Estamos a un nivel muy cercano al nivel internacional. Y está el desarrollo tecnológico asociado a las telecomunicaciones, con una red nacional de fibra óptica que el Ministerio de Planificación ya ha tendido y que está por empezar a transmitir datos.
–¿Es el famoso anillo que venían construyendo?
–No es un anillo. Es una red que tendrá unos 60 mil kms lineales y une todos los puntos del país. Se llama RED FEFO (Red Federal de Fibra Óptica), y uno de los éxitos que ha tenido hace un año o dos es que cuando pasaron por debajo del Estrecho de Magallanes la fibra óptica y dieron Internet a Tierra del Fuego, que pasará a pagar cinco veces menos su tarifa de Internet. Y eso forma parte del desarrollo en telecomunicaciones que también está relacionado con el satélite que en octubre entró en órbita desde la Guyana francesa. Todo eso es un plan estratégico de comunicaciones, que tiene que ver con que tengamos soberanía comunicacional y federal. Esa parte tecnológica es importante. Esas son tres grandes áreas, y desarrolladas en base a capacidades y necesidades. Debés ver cuáles son tus capacidades, tus necesidades y su intersección.
–Hay mucho trabajo en áreas donde generalmente no se produce tanto. Ingenieros: hay demanda de trabajo y sin embargo… Tu carrera por ejemplo, el Estado debe orientarte diciendo "Es por acá". ¿Se hace esto desde el Estado?
–Se están tomando políticas en esa dirección con una efectividad, para mi gusto, baja. Por ejemplo: el Estado nacional da becas para que se estudie ingeniería, para que hagan doctorados en Ingeniería y se les da laboratorios. Puedo tener un ingeniero en Misiones que quiere hacer el Doctorado, que es el desarrollo de lo que aprendieron, y eso incrementa mucho el valor del conocimiento humano. Te dan una beca más el instrumental necesario.
–También tenemos una gran producción de abogados, de psicólogos, pero es cierto que en la mayoría de los casos trabajan en áreas vinculadas a los servicios, no a la producción. El Estado pone condiciones para que haya, pero no sé si tenés el operativo contagio para que te orientes hacia determinado lado.
–Hoy en día se hacen muchos esfuerzos. Tecnópolis es un ejemplo, donde van los chicos de a miles a ver eso. Tecnópolis es un hito, tener ese parque temático de ciencia ahí, que vayan las escuelas primarias, pero no sé cuántas vocaciones despertamos, pero siempre más que si no lo hiciéramos. Y el Ministerio de Ciencia tiene ahora desde hace poco una Dirección  que se ocupa de tratar de despertar las vocaciones, tenemos el Día del nano tecnólogo, el ser nano-tecnólogo, por un día, llevamos a los chicos y hacen sus cosas.
–Pasa que son políticas de muy largo plazo…
–Claro, también eso. Deberá dar sus frutos con una política de Estado sostenida, y debería ser independiente del gobierno que esté, justamente porque es a largo plazo.
–Antes, se veía a la ciencia con un poco de asepsia en relación a la política. Desde los '90, en la dictadura también, estaba la vocación por escindir una vocación científica con una  vocación política. Creo que el kirchnerismo ha venido a mezclar todo. Sé que sos militante. ¿Cómo lo ves?
–Soy del Partido de la Victoria, el de Roberto Feletti.
–Que cuando habla de economía lo entiendo… El otro es el Socialismo para la Victoria.
–Yo lo entiendo siempre. El Partido para la Victoria es el que utilizó Néstor Kirchner  cuando hizo el Frente para la Victoria en la Capital Federal. El secretario general es Oscar Leguizamón y el diputado Feletti es el presidente del Partido.
–¿Vos ya superaste el tema de la asepsia: la ciencia por un lado, la política por otro?
–Sí, sí. Yo estoy hace un año en el Partido, pero no es tan así. En la facultad hay política desde siempre. Y siempre es cierto que la política universitaria está escindida de la realidad nacional a lo largo de la historia, y tiene su política endogámica, pero en ese sentido siempre en la universidad hubo debate político. Cuando entré a la facultad a los 17 años, descubrí la política. También es hacer política de alguna manera en todo lugar de trabajo. Como la nuestra es una profesión muy demandante en horas, la libido está ahí, y eso es también hacer política.
–Veo a las representaciones políticas en la universidad, de los Centros de estudiantes, y están absolutamente divorciadas del proceso político general, como aislados de lo que está sucediendo y de lo que demanda la sociedad en este tiempo histórico. ¿Vos qué crees?
–Opino como vos, pero no sé por qué sucede. No sé por qué hay que ser más revolucionario de lo que ya está. Me preocupan los estudiantes, muchas organizaciones estudiantiles que parecen vivir en otra realidad.
–Lo que yo llamo la izquierda desopilante.
–Son desopilantes.
–Cuando pensás en el futuro ¿cuáles son la imágenes que te vienen a la mente?
–¿En el mío personal?  Es tan álgido el presente, tanta cosa por resolver. Yo creo que iremos cada vez mejor.  Soy optimista, como le dijeron a  mi marido Luciano, que también es científico, "qué optimista que sos: parecés peronista".  Yo creo que esto va para mejor, aun con mucho por hacer, pero haber transitado diez años con esto, me da mucha esperanza.
–¿Es un optimismo matemático? ¿Se puede explicar?
–Por ahí, sí.

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